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LA BURBUJA DE PALACIO

Y no, no estamos hablando de algún personaje de caricatura o de algún cabaret de mala muerte del siglo pasado. No mis amores míos de mí, hablo de esa cosa que yo creo que envuelve el Palacio Nacional, así como en una serie de ciencia ficción que andan de moda en el internet. Y es que yo nomás no termino de entender si de verdad mi ex amor platónico, don cabecita de algodón, cree que la mayoría de la gente se sigue tragando sus “otros datos”, su realidad alterna. Yo creo que ya no tanto, pero bueno, él dice que el 140 por ciento de la población lo quiere un shingu. Pero amor, amor, sólo el mío y lo perdió por andar dando la espalda a las compañeras de lucha.

Digo esto no por otra cosa, sino al ver el capricho de querer hacer un Grito de Independencia sin gente, con lucecitas y una antorcha tipo las olimpiadas o ritual pagano de secta supremacista. Podría haber mandado a ese señor que le lleva el portafolios y cobra como jefe de comunicación, el buen Chuchito Ramírez, a que junto con el Chuck Norris de la televisión mexicana, don Epigmenio Ibarra (aquel que ha parado balas con su cuerpo y salido ileso de un choque a 500 kilómetros por hora), se aventaran un vídeo así bien “chipocles” con muchas de las zonas tan hermosas de nuestra triste nación tan olvidada de dios y tan llena de coronavirus. Algunos testimonios de adultos mayores, de jóvenes, de niños, algo que nos vuelva a hacer sentir con esperanza de que la vamos a librar y sacaremos el buey de la barranca. Ya si sus ganas eran las de gritar, pues se hubiera puesto a dar el grito dentro de Palacio Nacional (su casa, su refugio, su madriguera) junto a su florería… perdón, junto a su gabinete para que le gritaran lo hermoso, lindo y “bombonzote” que es. Pero no. Prefirieron gastar mucha lana en luces de colores y los tradicionales fuegos artificiales que sólo ellos vieron. México le está quedando grande al pejecito santo, y creo sólo él y sus incondicionales siguen sin darse cuenta, o se hacen que la virgen les habla.

Y es que no hay forma de no sentir que el programa de comunicación del gobierno (y hasta la cosa completa de las políticas públicas) las escriben al limón Jorge Ortiz de Pinedo y Eugenio Derbez. La cosa esa de la rifa del avión llegó a niveles del absurdo, ya que pasó de lo hilarante a lo grotesco y hasta obsceno. Porque no hay de otra para decirlo, o díganme ustedes si no es para darse de topes con un poste al ver que se gastaron casi mil millones de pesos (sí, un “uno” y nueve cerotes al lado) en todo este rollo, y que, ni se vendieran los “cachitos”, ni se juntara la lana, ni los empresarios lo apoyaran, y para colmo, ni el avión se va a vender y seguiremos pagándolo y pagando el mantenimiento de la cosa esa. Una farsa que ya hubiera sido motivo de risas locas en las carpas del siglo pasado si la cuentan como su rutina gente como “Palillo”, “Cantinflás” o cualquier otro cómico de la época. Lo peor fue ver al gobierno darle “cachitos” a los hospitales para que ganaran y compraran su equipo médico, lo insultante fueron las fotos de todos los paleros del presidente con sus “cachitos” en la mano, lo triste es y seguirán siendo las criaturas con cáncer que nomás no tienen para cuando normalizar sus tratamientos por que las medicinas no llegan y ni llegarán. En nueve meses han muerto mil 615 pequeñitos según la Asociación Mexicana de Ayuda a Niños con Cáncer, A.C.

Ni hablar mis amores.

 

 

Licenciada en Ciencias Ocultas

Doctora Honoris causa del Instituto Tecnocrático “Mártires del Neoliberalismo”.

remedios.morales.lap@outlook.com