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Maduro en el balcón, sin Alto Mando

Nicolás Maduro no se hizo esperar: a media tarde habló desde el llamado “balcón del pueblo” del palacio de Miraflores. Fue su primera reacción púbica a la lluvia de reconocimientos diplomáticos que desde temprano en la mañana venían cayendo sobre el presidente interino, Juan Guaidó: Brasil. Colombia, los países del Grupo de Lima, Chile, Canadá, Francia, Alemania y, finalmente, Estados Unidos.

Maduro se dirigió a una multitud de activistas del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV). Cabía esperar el anuncio de una ruptura de relaciones diplomáticas con los EU. Una vez más, Maduro se ha ceñido a su inconducente retórica antiimperialista. El anuncio tuvo lugar apenas el Departamento de Estado informó oficialmente su reconocimiento a Juan Guaidó como presidente interino de Venezuela e intimó a Maduro a hacerse a un lado sin hacer violencia a los millones de venezolanos que hoy desbordaron las calles de Caracas y todas las capitales del país.

Dos observaciones desea compartir esta columna con los lectores de ContraRéplica: la primera es la ausencia absoluta de militares en el balcón. Significativa tratándose de un mandatario impopular cuyo único apoyo ha sido el Ejército.

Como se sabe, a Maduro no se le da bien la oratoria, pero esta vez el efecto neto de su arenga fue mostrar ante las cámaras cuán aislado se encuentra puertas adentro de palacio. Es un tema clásico en América Latina: el dictador, aunque ya acorralado, ladra aun amenazas rodeado de su panda de cómplices más cercanos y aborrecidos por el pueblo.

Diosdado Cabello, exteniente del Ejército, era el único militar presente, pero es alguien reconocido por todos sólo como jefe de un cártel “narcolavandero”, con cada día menos influencia en las Fuerzas Armadas. Cabello lucía una consternada sonrisa que aspiraba a transmitir confianza. “¿Dónde está el general Padrino, el incondicional y palabrero Ministro de Defensa?”, era la pregunta que todos se hacían esta tarde.

Padrino, con toda seguridad, se hallaba reunido en Fuerte Tiuna con el Alto Mando donde ya se encuentra en minoría. Ha trascendido en Caracas que de las cuatro fuerzas, la Armada, la Aviación y la Guardia Nacional (policía militarizada) sólo en el Ejército hay vacilación sobre la conveniencia de intimar a Maduro a la renuncia. De la firmeza del mismo Padrino se duda ya, pues la voz cantante de los jefes aún fieles a Maduro, la lleva ahora el almirante Remigio Cedeño, jefe de una vaina llamada Comando Estratégico Operacional.

Entre tanto, Guaidó sigue jugando impecablemente. A buen recaudo, en paradero desconocido para los esbirros de Maduro, de modo de impedir una detención arbitraria, Guaidó ha respondido sin demora a la amenaza del dictador de romper con Washington.

Una circular de la Asamblea Nacional, firmada por Guaidó, impuso hace poco a todas las embajadas acreditadas en Caracas —obviamente también de la EE.UU— que Maduro, usurpador, no tiene potestades para romper con nadie. Y que el gobierno de Guaidó desea mantener relaciones con todos.

La terminante orden que ha dado Maduro de desalojar la Embajada gringa en 72 horas le ha creado aún otro problema a los militares. Washington sólo reconoce a Guaidó como presidente y éste no quiere que los gringos se vayan; los gringos no tiene porqué dejar Caracas.

La sorna caraqueña disfruta con el dilema en que se halla el Alto Mando. ¿ Quién será el geneal venezolano que cumpla la orden de desalojo dentro de 72 horas?

La salida que luce menos costosa es acatar las órdenes del nuevo comandante en jefe: el presidente Juan Guaidó.