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¿Maduro al exilio en México?

La crisis terminal del chavismo-madurismo terminará en un plazo indefinido pero inexorable y, mal que nos pese, el músculo militar estadounidense ya tiene asegurado el papel que ha de jugar en ella.

No creo que el anterior párrafo tuerce ni sobreestime los términos en que está planteada la pregunta acerca del final de la usurpación que, infructuosamente, Maduro ha intentado sacar adelante. Sin embargo, una o dos precisiones quizá sean útiles para comprender que no se trata de una reedición de Haití, 1915; ni de Panamá, 1989.

Los gringos van con todo en su apoyo a una política concebida en Caracas por opositores venezolanos. Leopoldo López y sus leales, pese al cautiverio del líder, y burlando el escrutinio del G2 cubano, lograron poner a funcionar esa política en las calles de Venezuela y en las cancillerías de medio mundo, a despecho de la vieja leal oposición venezolana al régimen, fundamentalista del voto aun en las ignominiosas condiciones exigidas por Maduro y sus narcogenerales.

A regañadientes, poco a poco, sin nada que objetar ya ni al fondo ni las formas de la estrategia encarnada en Juan Guaidó, los bueyes cansados de la extinta Mesa de la Unidad Democrática (MUD) se han ido plegando a ella. Millones de venezolanos ostensiblemente apoyan esa política con fervor: en modo alguno se trata de un país “polarizado”, de una nación partida en dos mitades. Se trata de un dictador y su camarilla, acorralados por una nación bárbaramente victimada día por día durante décadas y que al cabo ha dicho “¡basta!”

Pero eso, desde luego, no significa nada para lo que Vásquez-Rial llamó “izquierda reaccionaria”, esa que todavía finge creer que en mi país es posible a estas alturas algo parecido a un “diálogo”, que todo lo que empuja al sanguinario Maduro hacia su propio exilio es burguesa maquinación washingtoniana.

Tales supercherías alientan ahora un gambito diplomático de última hora llamado pomposamente “mecanismo de Montevideo” y al que el gobierno de México presta formal apoyo.

Ninguna de ambas cancillerías, estoy seguro, contaban con la cortés firmeza del presidente Guaidó en sus declaraciones al diario montevideano El País: “ Al final de cada proceso de diálogo – afirma Guaidó – ha habido más presos políticos y menos derechos para los ciudadanos venezolanos. Es decir, una situación en la cual Maduro y la cúpula que lo rodea no sólo no ceden nunca en nada, sino que además aprovechan esa circunstancia para blindar aún más la dictadura.

Como se comprenderá nosotros no podemos prestarnos a una nueva maniobra de ese tipo”.

Es lástima que la cancillería de México no reserve su loable talante mediador para lo verdaderamente urgente que no es impedir una ilusoria guerra civil en Venezuela, sino algo que la sorna criolla juzga más plausible: buscarle a Nicolás Maduro un lugar de exilio.