Mucho se habla sobre el respeto, los límites, la educación y más, pero cuando nos toca vivir una situación donde nos enfrentemos a eso, ¿Somos lo suficientemente maduros para manejar el tema?
Los temas de política, identidad de género, religión y futbol, son temas complicados de tratar, lo sabemos, cada persona es un mundo distinto y cada quién interpreta las cosas como sus costumbres y mentalidad lo permiten.
El otro día hablaba sobre bautizar a mis hijas, de 9 y 6 años respectivamente; No lo hice antes porque mi entendimiento prefirió no imponer una religión a mis hijos, si no más bien enseñarles y que ellas decidieran a su conocimiento. Entonces un familiar que no cree en esas cosas, me ve, me juzga y me encara con una pregunta: “Entonces si tus hijas te dicen que dejarán de ser mujeres para volverse hombres, ¿Lo aceptarías?”.
Me dejó pensando, creo que hoy en día el tema del respeto a las decisiones y convicciones de cada ser humano, van por encima de la opinión individual de cada uno, pues ¿Cómo puedes exigir respeto a tus creencias, si tu mismo no lo das?
Y no es que nos hayamos convertido en una generación de “cristal” como muchos lo llaman, es saber que cada individuo de este planeta, tiene el derecho a decidir qué es lo que quiere para su vida, y más cuando uno comienza a tener conciencia de las cosas, es como podemos decidir, si se va a la derecha o a la izquierda.
Han sido muchas las ocasiones, en las que he recibido lo que los haters consideran la lapidaria pregunta “¿Te gustaría que tu hijo fuera gay? Ojalá que tengas un hijo gay”, escriben desde sus piadosas almas católicas. Mi respuesta siempre ha sido la misma, la orientación sexual de mis hijos me es tan relevante como el sabor de helado que prefieran. Me preocupa más su signo zodiacal que si los juguetes tienen género. Y aún con eso en mi cabeza y mi corazón, he descubierto que todavía tengo mucho que aprender. Que este viaje y esta historia es suya, y yo no puedo más que contar lo que alcanzo a ver desde mi puesto de acompañante. No podré evitarle a mi hija momentos desafortunados, pero si puedo garantizarle que ahí estaré para ella.
Así que mi estimado lector, lo invito a reflexionar y dejar “la moralidad” de lado, que si usted ha tomado sus decisiones, son suyas, que los hijos son prestados y solo nos toca guiar y enseñar lo correcto como lo es el respeto, la dignidad, el valor de cada uno, no nos toca juzgar ni señalar a nuestro entendimiento de lo que se debe o no hacer