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El Mirador
Redacción

La pobreza y los pocos ingresos

El panorama en materia de combate al hambre, la pobreza y la desigualdad en América Latina es más complejo que antes. La situación social y económica generada por la pasada pandemia ha acentuado las necesidades y las vulnerabilidades más que nunca en la historia contemporánea, y los efectos que nuestro país está viviendo derivado de ello son sofocantes.

La pobreza es un fenómeno complejo y de carácter multidimensional que, aunque está ampliamente asociado a la falta de ingresos y recursos materiales, hoy más que nunca debe entenderse y atenderse como un fenómeno social ligado a una serie de variables y aspectos, tanto inherentes como causales, cuyo tratamiento debe ir de la mano.

Por ejemplo, puede una persona con ingresos considerarse en condición de pobreza al tener carencias en materia de vivienda, aun cuando pueda ver más satisfechas sus necesidades en alimentación y viceversa. Es decir, la gama de indicadores que definen si una persona vive o no en esa condición es muy amplia.

De modo que el gran problema por atender no es sólo la falta de recursos económicos. Los datos estadísticos reflejan que, tras la emergencia sanitaria mundial, aspectos como la violencia doméstica, el abuso sexual, la falta de empleo, los delitos cibernéticos y, en algunos casos, los delitos de robo a transeúntes y casa habitación, aumentaron. Lo mismo pasó en otros aspectos como las enfermedades y los padecimientos de salud mental.

Durante años, diversos investigadores y sociólogos han analizado la relación de la pobreza con la violencia y el crimen como consecuencia. Se estima que, al ser más pobre, una persona tiene mayor cantidad de necesidades no cubiertas y enfrenta mayores dificultades para satisfacerlas, lo que, en muchas ocasiones, genera niveles de violencia como forma de protesta. Luego, cuando ese estado y esas necesidades no son cubiertos, la violencia escala a otros niveles, entre los que se pueden considerar el maltrato doméstico, el cometimiento de delitos y la adición al crimen organizado.

Pero esta información no es nueva y, yo me pregunto, ¿qué hemos esperado todos estos años y por qué seguimos perdiendo tiempo? Necesitamos mirar más allá, estructurar soluciones que nos permitan sortear las diversas dificultades que enfrentamos, tanto a nivel nacional como en la escala global, con políticas públicas integrales que contemplen la reparación del tejido social, el acceso a la alimentación, el mejoramiento de las condiciones laborales y la calidad de los servicios del Estado. Para mejorar la situación social, económica y competitiva de nuestro país y su gente, es necesario entender el contexto que viven los distintos grupos sociales, en especial los más vulnerables.

La pobreza es un círculo vicioso que, además de tener efectos graves sobre la calidad y niveles de vida, amenaza el desarrollo, el crecimiento económico y la estabilidad de una nación. No olvidemos que los países y regiones del mundo con más altas tasas de salario e ingresos son aquellos con mejores servicios sociales y menores niveles de pobreza. Así que, si queremos que México logre recuperarse, es necesario frenar la reacción en cadena que genera la pobreza.

No podemos permitir que un país con tan alto potencial de desarrollo, como es el nuestro, siga abatido por la necesidad, la desigualdad, la violencia y la falta de oportunidades.