Si hay un partido que personalmente tenía marcado desde el inicio de la temporada, era el de los 49ers de San Francisco contra las Águilas de Filadelfia. No solo por lo que demostraron a lo largo de estas últimas 13 semanas los dos equipos más fuertes de la Conferencia Nacional, sino porque había un demonio que los californianos estaban empeñados en exorcizar desde que su temporada 2022 terminó en la antesala del Súper Bowl por una cuestión médica.
Para quienes no saben de qué estoy hablando, déjenme les platico que este partido significaba muchísimo para los jugadores y fanáticos de San Francisco que una simple revancha del Campeonato de Conferencia del año pasado. Después de que el diamante en bruto y timonel de la ofensiva de los 49ers, Brock Purdy se lesionara en la primera serie ofensiva del partido, las Águilas tomaron la ventaja y apalearon sin piedad al equipo que era el favorito para representar a la Conferencia Americana en el Super Bowl.
Desde entonces, ha estado en boca de propios y ajenos la famosísima avalancha del “hubiera” que decretaba que si Purdy no hubiera sufrido esa lesión, el marcador hubiera contado una historia totalmente diferente. Y era una afirmación que podía ponerse en tela de juicio, pues el mariscal novato (a pesar de haberse robado la titularidad del equipo californiano) muchos consideraban que no estaba a la altura de soportar la presión que representa un partido de campeonato.
Pero las historias no se alimentan de esa palabra en pos-pretérito, y los dioses del fútbol americano decidieron que era una historia que se contaría desde otra perspectiva. Pero, ¿tenían la razón de cortarle al último jugador tomado en el draft de 2022 las alas cuando volaba tan cerca del sol? ¿Era justo que se escribiera una de las mejores historias de desarrollo personal y profesional para un jugador que ni siquiera había jugado una temporada completa? Para mí, no debería ser así, pues Tom Brady tuvo la posibilidad de cincelar su propio legado… pero de mí no depende la decisión de arrancar o conceder glorias, y ese día la suerte no estaba del lado de San Francisco.
Tuvo qué pasar casi un año para que la escuadra de Purdy tuviera su oportunidad de redimirse ante el equipo y el estadio que les había hecho esa mala pasada. La realidad del asunto es que, sí. Definitivamente, hubiéramos tenido un Súper Bowl muy diferente el año pasado si la línea ofensiva los 49ers hubieran hecho su trabajo protegiendo a su líder. Y quedó demostrado con un marcador que no solo humilló a las Águilas en su propio estadio, sino que además les puso un asterisco en la conversación sobre los favoritos para ganar el Trofeo Lombardi este año.
Ver a los 49ers jugar ese partido fue un espectáculo de una precisión desmedida. Primero, le dieron la confianza a las Águilas de que podían solucionar el partido al permitirles anotar 6 puntos durante el primer cuarto, y después ejecutaron un plan de juego para el que Filadelfia simplemente no tuvo respuesta alguna. 42 puntos. Los aficionados de Filadelfia tuvieron qué aguantar un juego imposible de recuperar luego de que les anotaran 42 puntos sin misericordia alguna. En cuanto empezó el segundo cuarto, no hubo una sola serie ofensiva de los 49ers que no terminará en puntos. Y quizá el marcador diga que las Águilas lograron anotar otros 15, pero la realidad es que no refleja el dominio inmisericorde que tuvieron los californianos en cuanto decidieron dejar de jugar con su presa.
Este resultado significa dos cosas: La primera y la más obvia es que los 49ers son el equipo más completo de la NFL. Tanto, que su mariscal está en la conversación para ser el Jugador Más Valioso de la liga cuando ni siquiera es el mejor jugador de su propio equipo; así de bien luce la escuadra de San Francisco que a pesar de las adversidades sufridas por las lesiones, no paran de demostrar que toda la inversión que hicieron en los últimos años los tiene preparados para levantar su sexto trofeo este año y tal vez en años posteriores.
La segunda es justamente ese asterisco colocado sobre Filadelfia. Recalcando que su otra derrota en la temporada vino de manos de los Jets de Nueva York, un equipo que ni siquiera está ya en la conversación para buscar la postemporada y con un mariscal con el cual ya se ha roto toda línea de confianza. Si los demás equipos de la liga pusieron -o ponen- atención a este partido, sabrán que el récord de Filadelfia viene de la dependencia tanto de que su mariscal Jaleen Hurts aproveche los espacios para correr hacia el primero y diez, y de que su famosa jugada del “Tush Push” les garantiza mantener a la ofensiva en el campo. SIn esos dos factores, las Águilas se ven como simples mortales intentando regresar a reunirse con su padre Zeus en el olimpo.
Ahora, ¿Alguno de estos dos equipos es invencible? No. Desde luego que no. Y seguramente los veremos en el Campeonato de Conferencia una vez más intentando sobrellevar las adversidades que los han detenido durante la campaña. ¿Son equipos completos? Sí, y por mucho los mejores de la liga. Sobre todo, porque las cosas cambian en la postemporada, donde existe esa constante sensación de “ganar o morir”, y no solo ambos equipos están conscientes de eso, sino que tienen la fortuna de haberlo experimentado y motivarse a raíz de las fallas que han ido acumulando en el camino.
¿Fue un buen juego? No. Definitivamente no. Un equipo dominó al otro sin problemas e hizo un argumento sólido para ser el favorito de su conferencia, pero si hay algo que caracteriza a la ciudad de Filadelfia es que en todos sus equipos y a todos sus niveles hay un rencor impulsado por la carencia de éxitos que alimenta esa sed de triunfo que los mantiene ilusionados por el desenlace de la temporada. Lo cual, hasta cierto punto, es irónico si consideramos que a esta ciudad colonial de los Estados Unidos le llaman “la ciudad del amor fraternal”.
No cabe duda que el final de la campaña, tanto entre estos dos como con los equipos que se perfilan a buscar calificar como comodines, será interesante por decir lo menos.