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Fernando Rodríguez Román
La ciudad que nos mueve

¿Qué hacer? (Parte 1/3)

La ciudad no solo hay que construirla solamente desde perspectivas técnicas, estéticas y financieras, como generalmente lo hacen los especialistas en la materia, sino también hay que abordarlo desde una perspectiva ética.

¿Qué hacer? Es la pregunta ética por excelencia. La ética es más común de lo que creemos, cuando nos preguntamos: ¿Qué voy a hacer hoy? ¿Qué haré mañana? ¿Qué voy a hacer con mi vida? Cuando sucede algún evento inesperado, o cuando vemos que nuestra ciudad es un caos, y nos preguntamos: ¿Qué vamos a hacer? Podría decirse que estamos realizando reflexiones éticas.

 

La ética es una rama filosófica que a grandes rasgos estudia la acción humana, la conducta y la moral, “¿Qué es bueno y qué es malo?” Algo muy difícil de responder, pues hasta el día de hoy nos lo seguimos preguntando. Probablemente, no encontremos una respuesta definitiva a estas cuestiones, pero vale la pena entender lo que han dicho algunos pensadores al respecto. Pues a pesar de ser tan compleja, la ética ha aportado mucho en la búsqueda de la justicia, en la búsqueda de hacer el bien y de tener una “buena vida”.

 

¿Qué es una buena vida? Es la pregunta ética de Sócrates por excelencia.  Sócrates sienta las bases de la ética, no solamente en teoría, sino en la práctica, en su búsqueda de la verdad y la justicia. Tanto que literalmente dio la vida por las leyes de su ciudad, pues creía firmemente que eran el medio para hacer una mejor ciudad y con ello tener una buena vida. (Platón, Apología de Sócrates) 

 

Sócrates pensaba que el ciudadano, es aquel que descubre la importancia moral de su compromiso con la ciudad. El ciudadano ya no se compromete con su ciudad por pertenecer al grupo, o por el miedo a castigos de sus acciones, sino porque es algo bueno para él y los suyos. Descubrir esta importancia moral significa salir de una caverna a la que estamos acostumbrados, para intentar vislumbrar la ciudad ideal en busca de materializarla en la realidad. 

 

Lo qué hacemos día a día nos da un carácter y dota de sentido a nuestra existencia, por lo que reflexionar con detenimiento nuestros actos puede llevarnos tener un sentido más claro, de ahí el sentido de hacer algo y participar en el espacio que vivimos día con día, que es parte de lo que implica la acción de habitar.

 

El habitar es la acción de construir un vínculo entre el ser humano y el espacio, no solo en términos materiales, sino también a lo construido en la memoria y en el imaginario, tanto propio como en el de otras personas. Se refiere a la forma en la que quien habita, teje lazos con el espacio y se apropia de él a través de sus propias prácticas materiales, simbólicas, ontológicas y significantes. Habitar es entonces, construir a partir de nuestra cotidianidad, al mismo tiempo que es dejar huella. (Ivan Ilich, 1985).