En todo deporte hay barras, hay porras, hay pasiones, hay preferencias, hay rivalidades, hay pleitos y hay desencaje. Es una ley no escrita el defender los colores a capa y espada y odiar a los rivales así cuesten algunas confrontaciones físicas o desagrado por parte de algunos de los que compartimos espacios sociales. Ser apasionado de una disciplina deportiva implica mucho más que solo ver los partidos… uno se involucra en la historia y en los logros a tal grado que desea ser parte de los mismos, así deba esperar décadas para ver a su equipo o atleta predilecto levantar un campeonato que también le ha costado a uno como espectador.
Pero en toda historia de héroes, debe haber un villano. Por lo general es el equipo o deportista que más campeonatos ostenta o con la línea de seguidores más agresiva; también puede ser el que se cuelga medallas que no le corresponden, por el cual algún mandatario tiene preferencia, o que simplemente tiene una fanaticada tan grande que se saborea sus fracasos en una forma casi generalizada.
Pero esos simplemente son antagonistas enfrentándose cara a cara en un coliseo, en una pista, en una cancha, en una duela… Los verdaderos villanos están en el campo con ellos vistiendo otros uniformes y tomando decisiones pueden dar un giro de 180 grados a cualquier situación: Los árbitros.
Es imperativo, hasta casi obligatorio, que la figura del juez de línea sea señalada como el culpable de las desgracias o aciertos de uno u otro deporte o equipo o atleta. Sin importar la gravedad de las circunstancias, el odiar diréctamente al árbitro es lo único que une a la fanaticada. Ni siquiera los minutos de silencio o los homenajes o las fechas importantes unen tanto a un público como culpar al árbitro de los desenlaces de los partidos por muy holgados o cerrados que estos se encuentren.
Los árbitros buscan hacer su trabajo muy a pesar de saber que son el blanco fácil de la culpa. Muchas de ellas son controversiales y hasta dudosas, por supuesto que sí, muchas otras también suelen ser deshonestas y con dinero en el imaginario, pero también me podría atrever a decir que la mayoría de las veces se hacen con criterio, preparación y conocimiento… el que afecten o no a uno u otro atleta ya es un derivado de dicha decisión.
No creo que tengamos idea de a lo que deben enfrentar estas figuras del deporte. Sea del género que sea en la disciplina deportiva que sea siempre se encuentran en el ojo del huracán afrontando la presión de tener que tomar decisiones que pueden costarles el trabajo, el resultado y tal vez hasta la vida dependiendo de sus juicios y sus conocimientos. No por nada ha habido batallas campales en los estadios e incluso fuera de ellos que después evolucionan a ejemplos de la histeria en masa y del efecto dominó que desemboca en el caos.
No existe situación posible en la que un aficionado o atleta o comentarista acepte que la decisión de un árbitro fue tomada en uso total de su competencia y debido conocimiento. siempre va a ser origen de la polémica y eje central de la conversación cuando se hace un recuento de las acciones de una justa deportiva. Siempre hay un señalamiento hacia los jueces, porque sobre ellos llevan la responsabilidad de un ejercicio imparcial de las reglas, aunque siempre consideramos que estas se aplican en nuestra contra.
Esas máquinas sin emociones que vemos vistiendo una camisa de rayas, o una de color fosforescente, o sentados en una silla a nivel de cahncha, o en una cabina con sus binoculares, también son humanos como los espectadores. No es que todos tengan preferencias o se dejen llevar por un ingreso adicional. Puedo decirles por experiencia propia que se necesitan años de preparación para hacer lo que hacen, y un manejo de tecnicismos complicados existentes en las miles y miles de páginas de reglamentos que manejan y que todos los años se encuentran en actualización por demanda popular. Lo cual dificulta aún más su trabajo y los orilla a dudar de sus propias capacidades en ciertos momentos.
Lejos de tener el trabajo de regular de manera justa, tienen el trabajo de ser catalizadores del odio. Y es común que existan estos prejuicios hacia estas figuras del orden, porque en sus manos recaen tantas responsabilidades que yo particularmente podría encontrar abrumadora.
¿Lleva esto a algún lado? La realidad es que no. No podemos contar una historia sin que nuestros protagonistas se enfrenten a ciertos obstáculos o adversidades. En este caso, solo quiero darle un pequeño giro a la narrativa y poner a quienes generalmente son percibidos como los villanos en una silla diferente. No del protagonista, porque también lo han sido, pero sí darles un enfoque más humano. Es de humanos errar, es de humanos emitir juicios a conciencia y conocimiento, y es de humanos reconocer errores.. porque también lo hacen. ¿Por qué no reconocer que uno u otro liniero no se reportó elegible como receptor en la jugada crucial del partido, Leones de Detroit? Obviamente, porque es más cómodo.