Vamos a dejar una cosa bien clara: No importa cuanto duela perder un partido, no importa cuánto dinero se haya perdido en apuestas con los amigos o en los casinos, no importa cuánto enojo tenga uno acumulado… nada justifica el amedrentar a un joven al punto de obligarlo a salir de la vida pública porque teme por su vida.
La situación es que el pateador de los Bills de Búfalo, Tyler Bass, ha sufrido de acoso y constantes amenazas de muerte (así, literal… y son textos bastante fuertes) derivados de su desafortunado error de fallar una patada de gol de campo que le daba la oportunidad a su equipo de empatar el marcador en el partido de Ronda Divisional con los Jefes de Kansas City y llevarlos a tiempo extra para mantener vivas sus esperanzas de avanzar.
Yo entiendo la frustración de perder una y otra vez con el mismo equipo en ese tipo de circunstancias (nomás vean lo que le pasa a mi equipo contra los 49ers), pero jamás he sentido la necesidad de desahogar mi frustración contra una sola persona al punto de afectarle psicológicamente. Todo con tal de señalar culpables, cuando la realidad es que es un juego de equipo y la realidad es que no se hizo lo suficiente como para evitar una situación tan complicada.
Mirando las repeticiones, la patada de Bass fue perfecta. Un intento de 33 yardas que para un jugador como él parece hasta de trámite… pero para la mala fortuna de todos los presentes, una brisa de aire sacudió el ovoide en su punto más alto y lo sacó de curso hacia la derecha. Eso es algo que Bass no puede controlar por más determinado que este a ganar el encuentro, y es consecuencia de jugar en un estadio al aire libre que las administraciones de los equipos han defendido bajo el argumento de “tener una ventaja”.
Y miren, los invito a que en sus cabecitas hermosas dejen de usar el argumento estúpido de “son atletas profesionales y deben estar acostumbrados a eso”. Nadie debería de estar sujeto a cargar con una culpa y una responsabilidad tan grande, y mucho menos de ser víctima de las consecuencias que cientos de borrachos y gente que no tiene otra ocupación que gritarle a una pantalla los domingos se arman en sus realidades bien alteradas. Y todavía tener la actitud cobarde de decir “No lo dije en serio”, pero en el calor del momento lo era y simplemente se busca evadir las consecuencias de un acto tan despiadado e incongruente como amenazar a un joven que tuvo un desafortunado desenlace en el momento donde más responsabilidad tenía sobre sus hombros. Ya lo mencioné la semana pasada, eso no es ser un fanático.
Parece que la levadura de las cantidades obscenas de cerveza que consumimos hace que se nos olvide que la mayoría de los jugadores que se encuentran en el emparrillado son personas que no pasan de los 28 años. Sus estaturas, sus volúmenes musculares y hasta sus salarios hacen que perdamos de vista el hecho de que son jóvenes que casi acaban de terminar sus estudios universitarios, y que son parte de un circo para gente que solo los ve como monos que no sirven otra función que no sea entretenerlos.
“¿Por qué tienen que usar el deporte como plataforma para dar visibilidad sobre problemas sociales? ¿Por qué tengo que pensar en la salud de estos changos que traen careta y hombreras? ¿Por qué debo tener consideración de algo si se supone que para eso los preparan ¡No! A mí deme deporte, entreténganme 3 horas de adormecimiento mental, cúmplame mis apuestas y cállese” Todas frases que he escuchado en algún momento en mis años de ser fanático de algún deporte.
No sé si vieron el documental de David Beckham en Netflix, pero cuenta que a sus 21 años falló un penal en un partido de la selección Inglesa y fue acosado por la gente y amenazado, lo que le provocó una depresión muy fuerte… pues Tyler Bass se encuentra precisamente en esa situación. Beckham tuvo la ventaja de que en ese momento no era tan común el uso de las redes sociales, las cuales Bass ha tenido qué cerrar a causa del desmedido odio que los fanáticos que hace unas semanas lo vitoreaban ahora lo consideran el enemigo público número 1.
Aunque hay esfuerzos por parte de la misma organización de los Bills de Búfalo, los familiares de Bass e incluso de los mismos Jefes de Kansas City para contener los insultos para el joven de 26 años, a la fecha de esta entrada el pateador de los Bills está completamente desaparecido de las redes sociales y de las reuniones de cierre de temporada que ha mantenido su equipo. No puedo ni imaginar lo terrible que debe ser tener esa edad y tener miedo de salir a la calle a enfrentar a una ciudad que legítimamente tiene todas las intenciones de ser violenta contigo.
Lo único que puedo hacer desde aquí, desde mi trinchera, es buscar hacer conciencia de lo irracionales que nos volvemos por algo tan banal y tan insignificante como un deporte. Claro que afloran las emociones y los sentimientos, pero llorar de la frustración y llegar a la violencia física (con quien sea) son dos formas muy diferentes de expresar los sentimientos negativos. Y a la familia, amigos y al mismo Tyler Bass, ojalá encuentren paz y superen en su proceso, sabiendo que hay más buenos que malos en esta historia.
Por cierto, Tyler Bass tiene una asociación de rescate de gatitos en la zona de Nueva York/Búfalo, usted puede mostrarle su apoyo durante estos momentos tan difíciles donando 2 dólares a esta causa a la cual ya se sumaron incluso jugadores de los Jefes de Kansas City… o puede dejar de tener una actitud tan nefasta con el joven. Como a usted le convenga mejor.