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Fernando Rodríguez Román
La ciudad que nos mueve

Sobre la existencia ética y estética en la época actual

La relación entre ética y estética en el contexto de nuestra humanidad en donde la tecnología cada vez más afecta nuestra percepción de lo que es la vida es algo sobre lo que vale la pena reflexionar. En este siglo XXI, dominado por avances tecnológicos que, en cierto sentido, pueden distanciarnos de la experiencia humana en el mundo real, la pregunta sobre cómo vivir una vida ética y estéticamente rica se vuelve aún más crucial.

Primero, hablemos de la ética. La ética, en su núcleo, es una reflexión sobre cómo vivir bien. Heidegger, con su concepto del Dasein, nos recuerda que somos seres lanzados al mundo, dotados de la libertad y la responsabilidad de darle sentido a nuestra existencia. En el contexto actual, donde la tecnología puede abrumar y distanciar, la ética nos insta a reflexionar sobre nuestras acciones y su impacto en los demás y en nosotros mismos. En este sentido, el hombre que encuentras sentido en ayudar a otros ejemplifica una vida ética: su existencia adquiere significado no solo por lo que él mismo reconoce, sino también por el reconocimiento y la gratitud de aquellos a quienes ayuda. Su vida se convierte en una respuesta activa a la pregunta de qué hacer con lo que tenemos. Esas son las personas que trascienden en la historia como realmente admirables y memorables, pues su ejemplo nos sigue ayudando hoy en día por la huella que dejaron en los otros.

Ahora, en cuanto a la estética, ésta va más allá de lo meramente "lindo" o agradable a la vista. La estética es una apreciación profunda de la belleza en todas sus formas. Platón, consideraba el arte como una imitación, una mera sombra de la realidad ideal. Sin embargo, hay una belleza difícil de representar que existe en la permanencia y la efimeridad de los momentos que vivimos, una belleza que el arte y la tecnología, por más avanzada que sea, no puede capturar completamente hasta el día de hoy. La estética también está intrínsecamente vinculada a la experiencia del momento, nuevamente al "ser ahí" de Heidegger, pues la belleza de estar presentes, es algo que supera incluso todos los sentidos, pues involucra también a la memoria y los sueños lo que nos ha llevado a apreciar este mismo instante que vivimos.

La belleza, en este sentido, no reside solo en objetos o paisajes, sino en experiencias, en instantes de conexión profunda con nuestro entorno, ya sea natural o social. Es el acto de presenciar la caída de una hoja, de escuchar el sonido del viento, de compartir una sonrisa sincera de un amigo o una pareja que nos ha acompañado durante esta vida que nos tocó compartir. Estos momentos, efímeros y únicos, son los que verdaderamente nos conectan con nuestra humanidad, y la belleza que la vida tiene.

En nuestra era, la tecnología a menudo nos distrae de estos momentos. Nos ofrece un sinfín de simulacros de experiencia, pero a menudo carece de la profundidad y la autenticidad de la vida real. La estética, en este marco, nos llama a volver a lo básico, a apreciar la belleza en su forma más pura y simple.

La intersección de la ética y la estética en nuestra vida es un recordatorio de que, a pesar de los avances tecnológicos, lo que realmente da valor a nuestras vidas son las conexiones auténticas, las experiencias compartidas y la capacidad de encontrar belleza en los momentos más sencillos. La tecnología puede ser una herramienta valiosa, pero no debe reemplazar estas verdades fundamentales sobre lo que significa ser humano.