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Alberto Flores
El emparrillado

Vendetta

Creo que todos hemos escuchado en algún momento de nuestra vida que guardar rencor o planear una venganza es una pérdida de tiempo y que le damos demasiada importancia a una situación que no nos corresponde solucionar. Bien dice el dicho popular entre las generaciones más añejas que “La venganza nunca es buena, mata el alma y la envenena”. Es una manera de auto preservar nuestra integridad y enfocarnos en nosotros mismos.

 

Pero en los deportes, sobre todo de equipo, la cosa no funciona de la misma manera.

 

Es común tener cierto resentimiento hacia ese equipo que el año pasado te eliminó de la contienda para llegar al campeonato, o hacia el equipo que directamente te lo arrebató. También lo es terminar un enfrentamiento con un marcador tan disparejo que inevitablemente te produzca náusea volver a encontrarte con ese oponente. Y, muy particularmente en cuestiones más personales, uno de los odios más comunes es aquel que adquieren los jugadores cuando la organización por la que han arriesgado su físico en múltiples ocasiones, se deshaga de ellos con enorme facilidad como si se tratasen de fichas y sin dar derecho de réplica.

 

Para nosotros los aficionados, representa una frustración casi comparable con la del jugador hacia la misma organización el ver a estos personajes por quienes alguna vez virotearon hasta quedarse sin aliento portar los colores de un equipo rival. Eso es lo que pega: el hecho de pensar que pudieron haber ido a cualquier otro lado aceptando incluso más dinero, pero eligieron al que les permita demostrar su valía tanto dentro como fuera del campo. 

 

Y la realidad es que no entendemos lo que pasa tras bambalinas cuando se trata de dinero en el deporte. Son cantidades tan enormes que no dimensionamos a veces que tal vez están pagando demasiado por un jugador que presenta lesiones o que los años ya le comenzaron a pasar factura o que simplemente tienen que pagar los sueldos de una plantilla en la cual no se pueden dar el lujo de tener tantas estrellas. Porque la ambición y la autopreservación también juega un papel muy importante… la idea de ser recompensado por lo que vales y has demostrado, pero teniendo de cara la contraparte de que pagar esa cantidad por un solo hombre puede dejar sin trabajo o sin pagar el precio justo a muchos otros. 

 

La pregunta no se inclina tanto al “¿Por cuánto?” si no al “¿Por qué con ellos?”. La respuesta es dolorosamente sencilla: Venganza. Dar una cachetada con guante blanco con lo que haces en el terreno de juego, demostrando que la organización es la que estaba equivocada, que todavía hay gas en el tanque. Esa satisfacción de ver humillado a quienes te menospreciaron o que simplemente te desecharon sin darte la oportunidad de ayudar a tus compañeros a subir un peldaño más que el año anterior. Lo mejor que pueden hacer es portar los colores que una vez odiaron para demostrar al equipo, a los aficionados y a sí mismos que son más que fichas o piezas.

 

Y para los aficionados también duele… sobre todo cuando invariablemente funciona. Cuando vemos lo que dejamos ir y que una vez más nos encontramos alejados de la meta. Y sin comprender los motivos o las circunstancias que llevaron a que las negociaciones concluyeran así, también le agarramos coraje a los jugadores por decidir defender la casta de nuestros rivales.

 

Administrativamente, desconozco el sentimiento. Soy ajeno a saber qué tanto esfuerzo hubo por llegar a una negociación que fuera cómoda para ambas partes, o si en algún momento se acercaron a los jugadores para comunicar las decisiones que se han tomado. Por lo que he leído y visto en varios medios la respuesta más probable es que sea un rotundo NO, pero tampoco puedo fiarme de los medios que muchas veces abandonan la seriedad por el drama, sobre todo durante una época de tan poco desarrollo de notas. 

 

Lo único que espero para los jugadores que cambiaron de equipo es que lo hayan hecho por su beneficio personal y no por cumplir una misión personal de venganza. Bueno, ¿A quién quiero engañar? Si van contra mi equipo espero que sus venganzas les exploten en la cara; te hablo a ti, Aaron Jones.