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Alberto Flores
El emparrillado

Caras Nuevas

Solo puedo imaginar la emoción de los novatos de los equipos de la NFL al momento de ser convocados a su nuevo equipo. El fruto de sus sacrificios y el cumplimiento de las promesas o responsabilidades económicas se ve reflejado en una prenda de vestir tan simple como una gorra con el logo del equipo que les entregan después de haber sido seleccionados.

Me puedo imaginar aún más la emoción de llegar a las instalaciones del equipo y ver tu nombre en un locker dentro de ese edificio, sabiendo que las personas con las que formarás nuevos lazos profesionales y amistosos son gente que por años has visto portando los colores de la franquicia y se han convertido en estrellas del deporte que tanto amas. Ver tu uniforme con tu nombre bordado, el número que te asignaron y sentir el peso de la responsabilidad personal que significa dar tu máximo esfuerzo para hacerte tan indispensable como muchos otros lo harán en una eterna competencia.

Debe de ser abrumador ser novato en esta liga que tanto dinero mueve. Muchos de ellos verán cantidades de dinero que jamás en su vida habrían siquiera podido escribir, mientras que otros se harán leyendas dentro y fuera del campo. Saber que ya no eres un nombre en el tablero esperando a que alguien te dé una oportunidad, si no un miembro de una organización que te inculca sus valores y te comparte sus estrategias para brillar en el juego del fútbol americano siempre con un objetivo en mente: ganar el Súper Tazón.

A su vez, existen jugadores que desafortunadamente no escucharon sus nombres durante los días de selección. Muchos de ellos deben hacer un esfuerzo doble para ser seleccionados de otras formas: visorias adicionales, programas internacionales, entrevistas privadas. Algunos tienen la fortuna de ser convocados, pero otros tienen qué seguir entrenando para intentarlo de nuevo el año siguiente, o cuando alguno de los equipos necesite llenar alguna posición por lesiones o suspensiones. 

También puedo imaginar esa decepción… el saber que toda tu vida has trabajado por una meta, solo para saber que alguien que tiene menos tiempo practicando o que ha jugado poco por las lesiones, tiene la oportunidad que tú has esperado tanto tiempo. Hay un motor que mueve al cuerpo hacia el cumplir los objetivos autoimpuestos. Lamentablemente, las oportunidades que se presentan para los jugadores que tienen estos casos son pocas. Aunque, miren, intentar no cuesta nada.

Todas las historias son diferentes. Ahorita puedo imaginar la emoción del primer día, pero también puede ser que no brilles y que no cumplas con las expectativas del equipo. Tal vez tienes solo un mal juego un mal día y tu carrera se trunca para siempre, tal vez los acuerdos monetarios no son benéficos para ninguna de las partes y tienes qué buscar cuanto vale tu talento en otro lado. 

Es un arma de doble filo. Pero al menos el primer riesgo ya lo tomaron, solo falta la constancia.