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Ernesto García Hernández
Opinión

El reto de la eficiencia electoral, ¿costo o inversión?

Actualmente, se debate a nivel mundial la validez de la elección en Venezuela, donde Nicolás Maduro busca su tercer mandato presidencial mediante un sistema de votación electrónica. Este sistema, en su momento, fue uno de los referentes en certificaciones de seguridad a nivel mundial, incluso avalado por un instituto internacional de elecciones. Sin embargo, hoy en día no es ni la sombra de lo que fue, ya que la elección ha cambiado, las instituciones han cambiado, pero la esencia social del voto y la representatividad se mantienen desde la antigua Grecia.

Uno de los problemas más importantes de la sociedad, e incluso del derecho, radica en la justicia. La justicia, en sus términos más simples, es dar a cada quien lo que se merece, un predicamento bastante complejo que parece ser muy sencillo pero que tiene muchas implicaciones en su implementación. Podemos intuir que nuestros políticos entienden nuestras necesidades y deseos, pero pensemos un momento: ¿es justo lo que estoy pidiendo o pretendo merecer? El placer efímero, ¿vale la pena contra una satisfacción de lucha o el precio de las cosas? Es ahí donde debemos centrar nuestro debate, en las cosas que valen la pena a largo plazo.

En este sentido, es cierto que tenemos altos costos en nuestras elecciones y que hemos saturado de actividades al Instituto Nacional Electoral. Pero también es cierto que necesitamos eficientizar el proceso, otorgando primero el voto de confianza del ciudadano y posteriormente haciendo la inversión. Este último tema es el más escabroso para la clase política y los gobiernos. Durante casi siete años, he pugnado por una votación electrónica para eficientizar el trabajo de los electores. Durante este tiempo, he encontrado un sinfín de peros, excusas y salidas fáciles porque hemos buscado resolver antes un sinfín de temas que arrastramos por mucho tiempo, que tienen que ver con la desigualdad. Sin embargo, nada es más equitativo que el voto.

Empezar con Venezuela quizás no sea la mejor forma de ejemplificar la justicia, sin embargo, estamos hablando de un país que permea una política denominada social de izquierda. Nos permite ejemplificar que sí es posible invertir en esta tecnología. Para un país con una situación económica tan devaluada, implica que existe la posibilidad de adquirir el material y el recurso. Aunque se cuestione la elección, las circunstancias son distintas. Nos sirve para ejemplificar que no es una cuestión económica, sino una cuestión de voluntad que no terminan por aceptar las fuerzas políticas del país.

Por otro lado, podemos usar de ejemplo a Brasil, muy cerca de Venezuela, un país con condiciones económicas similares a México, donde también gobierna la izquierda con Lula da Silva. Brasil utiliza un sistema de votación electrónica eficaz y confiable. Desde 1994, usa un sistema informático para la realización de los comicios, es decir, tiene 30 años funcionando sin mayor problema para elegir a los funcionarios. Algo que debería echar por tierra cualquier intento de desestimar su implementación en México, pero que encuentra su obstáculo en lo económico y en la aceptación de resultados. Brasil, un país con similitudes económicas y sociales, ha sabido aprovechar de manera óptima este sistema, resultado de un largo esfuerzo, provocando justicia social y permitiendo ahorros en casi 30 años de su implementación. Este esfuerzo a largo plazo es lo que necesitamos implementar en una nueva configuración de nuestra joven democracia.

En México, ya existen casos de éxito de urnas electorales electrónicas, como en Coahuila y Jalisco, con sistemas desarrollados por los institutos electorales de los estados. Es una inversión de varios años, pero que demuestra que no es imposible. Debemos entender que nuestra forma de elegir a nuestras autoridades no cambiará, pero sí podemos facilitar el ejercicio del voto y, de esta manera, incentivarlo, haciendo más confiables los procesos. Veamos este ejemplo como el momento de transitar hacia la eficiencia electoral. No perdamos de vista la oportunidad de actualizar la votación y de garantizar una eficiencia con una inversión en nuestra democracia.

Decía Simón Bolívar: “El hombre de honor no tiene más patria que aquella en que se protegen los derechos de los ciudadanos y se respeta el carácter sagrado de la humanidad.” Al tiempo.