La prisión de Sednaya, situada a 30 kilómetros al norte de Damasco, ha sido llamada por antiguos reos y observadores internacionales "el matadero humano". Este complejo militar, bajo el régimen de Bashar al Asad, se convirtió en un símbolo del terror estatal, donde miles de opositores fueron torturados, ejecutados y sometidos a condiciones infrahumanas.
Se estima que, desde el inicio de la guerra civil siria en 2011, hasta 150,000 personas estuvieron detenidas en Sednaya, muchas de las cuales permanecen desaparecidas. Entre los liberados destaca un expiloto que fue encarcelado por negarse a bombardear la ciudad de Hama en la década de 1980. Su reciente liberación, tras 43 años de cautiverio, resalta la brutalidad y el alcance de esta prisión.
El complejo se extiende por 1.4 kilómetros cuadrados y alberga dos edificios principales: el "edificio rojo", conocido por ser el lugar de reclusión y tortura, y el "edificio blanco", que incluye un sótano usado como sala de ejecuciones. Los relatos de los sobrevivientes describen prácticas de tortura a "escala industrial", con condiciones tan extremas que algunos reos apenas podían mantenerse en pie.
Recientemente, insurgentes asaltaron las instalaciones y lograron liberar a miles de prisioneros, muchos de ellos opositores al régimen. Los equipos que investigan la prisión continúan buscando puertas ocultas y sótanos, donde podría haber detenidos aún retenidos en el olvido.
Sednaya no solo es testimonio de la represión sistemática del régimen de Al Asad, sino también de la indiferencia internacional hacia las atrocidades cometidas en el conflicto sirio. Este lugar no solo albergó a quienes se atrevieron a cuestionar al régimen, sino que también se convirtió en un campo de exterminio que simboliza el capítulo más oscuro de la reciente historia de Siria.
El horror de Sednaya es un recordatorio de la importancia de documentar y denunciar estos crímenes para buscar justicia y garantizar que las víctimas no sean olvidadas.