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Ernesto García Hernández
Opinión

La política de los aranceles y la comunicación política: ¿Quién gana en todo el conflicto?

Decía Groucho Marx que “La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados”, y nada más cierto que esta frase para entender nuestro contexto político internacional. En la antesala de una guerra comercial, las tres naciones integrantes de América del Norte presentaron versiones distintas, donde todos los involucrados se declararon vencedores en una inexistente pelea: muchos ladridos, pero ninguna mordida. En esta segunda era de Trump recargado, cuenta con un aliado poderoso: una de las redes sociales más influyentes en términos políticos, aunque hace tiempo dejó de ser el centro del debate. El antiguo Twitter, ahora X, se ha transformado en un canal de comunicación propagandístico para Elon Musk y Donald Trump.

En términos de comunicación política, esto da pie a múltiples interpretaciones y reconocimientos para los liderazgos de los países. Basándonos en los hechos: a raíz de las deportaciones masivas ordenadas por Trump, personas encadenadas llegaron en aviones militares a la frontera, un acto claramente ilegal, violatorio de derechos humanos y ofensivo para cualquier nación. Sin embargo, en redes sociales se difundió que la presidenta de México, Claudia Sheinbaum Pardo, había impedido su arribo. Esta noticia, ampliamente replicada, se convirtió en un acto patriótico respaldado por políticos afines al movimiento morenista, con titulares sensacionalistas que destacaban cómo el Estado mexicano había enfrentado las presiones del recién electo presidente estadounidense. Casi simultáneamente, en Colombia se realizó una declaración similar desde la narrativa de defensa de la soberanía nacional.

Dos actos de soberanía y patriotismo, pero, sobre todo, de manejo tendencioso de la información. Rápido y astuto, el presidente estadounidense utilizó estos hechos como moneda de cambio para contar a sus compatriotas una historia de triunfo y éxito: cómo "doblegó" a naciones que se beneficiaron de acuerdos económicos firmados con Estados Unidos. Esta narrativa, dirigida a la base norteamericana, afectada por sus propias políticas, sirve como aliento frente a un sistema económico deteriorado y eclipsado por China, que, lejos de ser víctima, ha sabido potenciar su desarrollo a partir de las mismas circunstancias que Estados Unidos ayudó a crear. Este efecto boomerang pone contra las cuerdas a la economía norteamericana.

En Canadá se observó un efecto patriótico particular. Desde su separación del Reino Unido en 1953, los habitantes de Canadá no habían explotado este ímpetu nacionalista, que resultó en una interesante campaña de consumo local. Con la tradicional hoja de maple y los colores de la bandera, se invitó a los canadienses a boicotear productos norteamericanos en respuesta a las políticas arancelarias de Trump. Esto refleja cómo un mundo tan interconectado está llevando a los países a abandonar la cooperación internacional, centrando las políticas en un aislamiento donde cada nación determina sus costos, mercancías y beneficios. Es irónico que el modelo chino de un capitalismo de Estado se esté convirtiendo en la tendencia que muchos países buscan replicar, incluso mientras se benefician de las minorías a través de una moderna esclavitud.

En otras palabras, todos disfrutamos del capitalismo hasta que sufrimos sus efectos. Queremos conducir el convertible, pero sin sacrificar la mano de obra. Deseamos la riqueza y los productos del mundo, a costa de un colonialismo moderno disfrazado, pero también exigimos respeto a los derechos laborales y salarios altos, buscando imponer nuestras condiciones de mercado. Históricamente, esto parece un regreso a las políticas de hace cien años, pero vivimos en una era de posverdad y control narrativo. Paradójicamente, lejos de fomentar el debate, este escenario se convierte en una trama que ni los mejores guionistas hubieran imaginado.

Seamos sinceros: el trasfondo de la política migratoria y de drogas de Trump no son más que amenazas vacías para futuras negociaciones aún desconocidas. La migración no se detendrá a corto plazo, y acabar con el tráfico de personas imponiendo aranceles es un efecto adverso a lo buscado. La precarización del empleo en los países de origen seguirá impulsando a las personas a migrar. Desde hace tres décadas, el contexto económico cambió drásticamente. Los niños de los noventa recordamos esa década con nostalgia: de un mercado local y empresas estatales pasamos a un mundo globalizado, donde tener un electrónico era casi un lujo reservado a quienes tenían familiares en Estados Unidos. Hoy, el tráfico de mercancías entre ambos lados de la frontera es histórico y seguirá siéndolo debido a los fuertes lazos entre las naciones, para bien o para mal.

Entonces, ¿qué nos deja esta reflexión sobre comunicación política y el regreso a políticas de hace treinta años en temas comerciales y narrativos? A pesar de las disputas entre las tres naciones, lejos de perjudicar a los actores políticos, estas los fortalecen. Se despiertan identidades nacionalistas y discursos de supremacía que complacen a las bases políticas. Con el tiempo, cuando se analicen estos contextos, veremos cómo cada país construyó su narrativa para resaltar su habilidad política y su papel histórico. Pero al final, todos coincidirán en algo: se defendieron los intereses nacionales. Curiosamente, lejos de una triste despedida de Justin Trudeau como primer ministro o el ascenso de la oposición canadiense, veremos una salida triunfal que defenderá los intereses de Canadá.

Los aranceles pausados por un mes seguirán siendo la moneda de cambio de la política de Trump. Él ya logró su objetivo: hacer parecer que México y Canadá modificaron sus políticas. Mientras tanto, el envío de tropas de la Guardia Nacional a la frontera, convertidas en una "border patrol", podrá inhibir temporalmente el paso de migrantes, pero el flujo de armas continuará hasta que esta política deje de ser rentable. Los ojos del mundo estarán atentos a un conflicto que, para 2026, deberá sanar heridas en medio de un evento mundial que atraerá todas las miradas hacia estas tres naciones. Hasta entonces, la política seguirá dictando la narrativa actual.