Los efectos del cambio climático están golpeando con fuerza a América Latina, una región altamente vulnerable a fenómenos climáticos extremos. Según el Panorama Regional de Seguridad Alimentaria y Nutrición 2024 de la ONU, 20 países de la región (un 74% del total) enfrentan una alta frecuencia de eventos climáticos como tormentas, huracanes, sequías y olas de calor. América Latina es la segunda región más afectada por estos fenómenos, después de Asia, y 14 países se consideran especialmente vulnerables a la subalimentación provocada por estos desastres.
Aunque América Latina tiene una contribución mínima al cambio climático global, representando solo el 4,3% de las emisiones de dióxido de carbono en 2020, la región está siendo fuertemente impactada por la crisis climática. Según Georgina Alcantar, jefa de la Unidad de Estadísticas Ambientales de la CEPAL, "por su ubicación geográfica, América Latina está sufriendo los efectos de esta crisis". Carola Mejía, coordinadora de Latindadd, agrega que el cambio climático está exacerbando los desastres naturales, como tormentas, huracanes, y sequías más intensas y frecuentes, que ponen en riesgo tanto la vida de las personas como su alimentación.
En 2024, ya se registraron 56 desastres naturales que afectaron a más de seis millones de personas en la región, con más de 800 muertes. El Índice de Riesgo Climático de Germanwatch sitúa a Dominica y Honduras entre los países más afectados por fenómenos meteorológicos extremos, mientras que México y Guatemala sufrieron grandes pérdidas económicas y humanas debido a tormentas y desbordamientos.
De norte a sur, el cambio climático impacta de diversas formas.
En México, Centroamérica y el Caribe, las tormentas tropicales y los huracanes son los principales desastres, seguidos de las inundaciones. Mientras tanto, en América del Sur, las inundaciones y los deslizamientos de tierra, consecuencia de la deforestación en la cuenca amazónica, son más comunes. Según Alcantar, la pérdida de vegetación impide que la lluvia se retenga, lo que provoca desbordamientos en los ríos y afecta a los asentamientos cercanos.
A lo largo de los últimos 50 años, los eventos extremos han aumentado considerablemente, y las sequías prolongadas son cada vez más devastadoras. En Bolivia, por ejemplo, el lago Poopó, el segundo más grande del país, se ha secado por completo, afectado tanto por el cambio climático como por la actividad minera. Las olas de calor en la Patagonia y en otras zonas de América del Sur están empeorando los incendios forestales, lo que afecta tanto la biodiversidad como las poblaciones locales.
Impactos para la vida y la seguridad alimentaria
Los desastres naturales no solo están destruyendo ecosistemas y causando pérdidas humanas, sino que también están amenazando la seguridad alimentaria en la región. La falta de agua está obligando a algunas ciudades a implementar racionamientos, mientras que la pérdida de biodiversidad y la afectación de la agricultura y ganadería incrementan la subalimentación. Entre 2019 y 2023, la prevalencia de la subalimentación en los países más afectados aumentó un 1,5%.
Las crisis climáticas también están alterando los calendarios agrícolas tradicionales, lo que afecta las prácticas culturales y económicas de las comunidades rurales. La pérdida de glaciares, que proporcionan agua para el consumo y la producción agrícola, y el aumento del nivel del mar, que amenaza a las poblaciones costeras, también contribuyen a la creciente inseguridad alimentaria.
Resiliencia y adaptación
Para enfrentar estos desafíos, las expertas coinciden en la necesidad urgente de implementar medidas de adaptación. Esto incluye la inversión en infraestructura resistente, la mejora de los sistemas de alerta temprana y el perfeccionamiento de las prácticas agrícolas y productivas frente a las nuevas condiciones climáticas. La resiliencia de las poblaciones depende de estas acciones.
Mejía destaca la importancia del financiamiento climático internacional, que debe ser prioritario y accesible para la región. Alcantar concluye que, aunque no se puede evitar la frecuencia o la intensidad de los huracanes, sí se pueden mejorar las condiciones locales para reducir las consecuencias y proteger a las poblaciones vulnerables.
En resumen, América Latina enfrenta una creciente crisis climática que exige una acción inmediata, tanto a nivel estatal como individual, para reducir los riesgos y asegurar el futuro de las generaciones venideras.