Cada 19 de marzo se conmemora el Día Internacional de las Artesanas y los Artesanos, una fecha dedicada a reconocer el trabajo de quienes, con sus manos y saberes heredados, transforman materiales en piezas únicas que reflejan la identidad cultural de los pueblos. Esta celebración coincide con el Día de San José, figura asociada a los oficios manuales, y busca visibilizar la importancia de la producción artesanal en la preservación del patrimonio cultural.
En San Luis Potosí, el Callejón de las Artesanías es un punto emblemático donde convergen comerciantes de grupos indígenas como Huasteca, Otomí, Guachichil y Triqui, cada uno con su estilo y materiales característicos. Aquí se pueden encontrar desde pulseras de chaquira y bordados representativos, como el bordado Tenango, hasta figuras de papel amate, cada una con su propia historia y técnica.
Sin embargo, a pesar de su relevancia cultural, la comunidad artesanal enfrenta desafíos constantes. Uno de los principales es el regateo, una práctica que, aunque se considera parte de la cultura mexicana, devalúa el trabajo de las y los artesanos. “Nos ha sido difícil porque no valoran el trabajo. Hay pulseras que nos toman entre cuatro y cinco horas y, aunque las damos en 200 pesos, a veces no respetan el precio”, explicó un integrante de la comunidad artesanal.
Contrario a lo que se piensa, el regateo no es exclusivo de los compradores locales. Las y los artesanos coinciden en que esta práctica es generalizada y que, en ocasiones, los turistas internacionales justifican el regateo bajo la idea de que, al adquirir una pieza, le dan mayor valor. Esta visión desconoce el esfuerzo, la técnica y la carga cultural que hay detrás de cada creación, además de ignorar que el arte popular no es un simple souvenir, sino el reflejo de una cosmovisión transmitida por generaciones.
Además del regateo, la falta de apoyo gubernamental y espacios adecuados para la promoción de su trabajo son obstáculos que enfrentan. “No tenemos apoyo para exhibir nuestras piezas”, mencionan. Aunque existen ferias y mercados, el acceso a estos espacios sigue siendo limitado y no siempre representa una solución a largo plazo para la comercialización justa de sus productos.
A pesar de los retos, las y los artesanos continúan creando con orgullo. Innovan con diseños contemporáneos para atraer a nuevas generaciones, combinando técnicas ancestrales con tendencias modernas sin perder la esencia de su oficio.
El Día Internacional de las Artesanas y los Artesanos no solo es una oportunidad para celebrar su labor, sino también para reflexionar sobre la forma en que se consumen sus piezas. Reconocer su trabajo implica no solo admirarlo, sino también pagar un precio justo y exigir políticas públicas que garanticen mejores condiciones para su desarrollo. El arte popular no es un lujo ni un simple recuerdo de viaje, sino un testimonio vivo de la diversidad cultural que debe ser valorado y respetado.