Por Redacción Contra Réplica

El Izotal, el jardín botánico que florece con voluntad en el corazón de San Luis Potosí

Con más de 300 especies y 8 mil plantas, este oasis seco preserva la flora del altiplano, educa, protege y celebra la vida vegetal potosina.

En el rincon sur del Parque Tangamanga I, frente al parque infantil Cri.Cri y junto al Museo Laberinto, habita un lugar donde la voluntad humana se volvió verde: el Jardín Botánico El Izotal. Con 38 años de historia, este espacio gratuito no solo resguarda más de 300 especies de flora de zonas áridas y semiáridas, sino que también representa un acto colectivo de restauración y amor por la naturaleza. Aquí, donde una vez hubo suelo rocoso, hoy crecen cactáceas, yucas, retamas y más de 8 mil ejemplares que florecen gracias a décadas de esfuerzo.

El Izotal no nació silvestre. Fue a partir de 1988 cuando un grupo de botánicos transformó un rincón del parque en un refugio vivo. Muchas de sus plantas provienen de zonas afectadas por la expansión urbana e industrial, e incluso alberga ejemplares incautados por la Profepa, cuyo origen es imposible rastrear. Este jardín seco, o jerojardín, es un modelo perfecto para el clima herido de San Luis Potosí, al aprovechar especies que requieren poca agua y ofrecen belleza, sombra y biodiversidad sin comprometer el recurso hídrico.

Además de su papel como santuario vegetal, El Izotal es un laboratorio viviente. Estudiantes de todos los niveles acuden para aprender, y proyectos como los calendarios botánicos buscan documentar, a lo largo de décadas, cómo el cambio climático altera los ciclos de floración. También hay espacio para la curiosidad ciudadana: se puede consultar sobre plantas domésticas o incluso donar cactáceas que necesiten un entorno adecuado. El jardín recibe a quien toque su campana, sin más requisitos que el asombro.

En abril, las cactáceas florecen y los colibríes danzan entre colores. Hay dos miradores, huellas de linces, madrigueras de zorrillos y tortugas que emergen con la lluvia. El Izotal, llamado así por la yuca “izote” del altiplano, es más que un jardín: es un acto de resistencia, ciencia, memoria y esperanza. Y pronto tendrá un rincón para la dalia, flor nacional, símbolo de un México que también florece en lo árido.

 

*Con fotografías de Ulises Dávila*