Por Redacción Contra Réplica

Rerum novarum: la encíclica que inspiró al cardenal Prevost y sacudió al catolicismo conservador

El actual prefecto del clero eligió su nombre pontificio en honor a León XIII, autor de la histórica carta que dio origen a la doctrina social de la Iglesia; su impacto en México fue lento, resistido y revelador.

El cardenal Robert Francis Prevost, actual prefecto del Dicasterio para el Clero y obispo emérito de Chiclayo, ha manifestado que eligió su nombre pontificio en referencia al papa León XIII, figura clave de la Iglesia católica entre 1878 y 1903. Esta decisión tiene como eje la encíclica Rerum novarum, publicada el 15 de mayo de 1891, considerada el nacimiento formal de la doctrina social de la Iglesia.

En un contexto de profundas transformaciones económicas y sociales derivadas del avance del capitalismo, Rerum novarum abordó por primera vez de manera sistemática lo que la curia denominaba la "cuestión social": la pobreza, la desigualdad, y las tensiones entre capital y trabajo. Aunque el documento mantuvo la condena al socialismo, ya sin la virulencia de papas anteriores como Pío IX, también abrió un camino inédito al reconocer el derecho de los trabajadores a organizarse y a conformar asociaciones autónomas, incluso sin la participación de patrones, algo escandaloso para los sectores más conservadores.

El papa León XIII —inspirado por el pensamiento tomista— propuso una sociedad articulada desde la organización corporativa, donde cada cuerpo social cooperara bajo los principios de la fe, la justicia y la caridad. A partir de ahí surgió el concepto de “democracia cristiana”, no como partido, sino como movimiento social centrado en sindicatos, cooperativas y participación política orientada al bien común.

En México, la recepción de la encíclica fue tibia y recelosa. En pleno acercamiento entre la jerarquía eclesiástica y el régimen porfirista, muchos obispos optaron por silenciar el texto papal, considerando que la “cuestión social” no tenía pertinencia en un país supuestamente ajeno al conflicto entre capital y trabajo. Según el jurista y activista católico Miguel Palomar y Vizcarra, Rerum novarum no empezó a circular con fuerza sino hasta 1906, más de una década después de su publicación.

Una excepción notable fue Eulogio Gillow, obispo de Oaxaca y estrecho colaborador de Porfirio Díaz, quien no sólo difundió la encíclica sino que actuó como mediador entre obreros y empresarios. Algunos historiadores atribuyen a esta labor una de las razones por las que la Revolución Mexicana tuvo menor intensidad en Oaxaca: las condiciones laborales, bajo la influencia de Gillow, eran relativamente menos precarias que en otros estados.

El legado de Rerum novarum se manifestó también en la organización obrera. En 1907, la Convención Nacional de la Unión de Caldereros Mexicanos —trabajadores del ferrocarril— publicó un pliego petitorio que recogía muchas de las ideas de la encíclica: jornada de ocho horas, descanso dominical, salario digno, educación, prohibición del trabajo infantil, derecho a huelga y representación legislativa obrera. Estos trabajadores, católicos y también juaristas, empezaron a hablar de unidad gremial y arbitraje como soluciones al conflicto con el capital.

La influencia de León XIII, por tanto, no sólo rompió con el tradicionalismo católico, sino que sembró las bases de un nuevo pensamiento social en la Iglesia, que hoy sigue vigente. No es casual que el cardenal Prevost rescate ese legado al elegir como inspiración al papa que, con una carta pastoral, transformó la visión eclesiástica del trabajo, la justicia social y el papel del Estado.