Para Susan Meiselas, reconocida fotógrafa documental y presidenta de la Fundación Magnum, el verdadero desafío del fotoperiodismo contemporáneo no es sólo captar una imagen poderosa, sino ofrecer un contexto que interrumpa la mirada pasiva del espectador. “Quiero que veas una foto y te preguntes: ‘¿qué está ocurriendo fuera del marco?’”, afirma en una entrevista exclusiva con La Jornada desde su estudio en el barrio neoyorquino que alguna vez fue Pequeña Italia.
Meiselas, ganadora este año del Premio Sony de Fotografía Mundial por Contribución Extraordinaria, señala que en un mundo saturado de noticias e imágenes, “esta es la era del editor… y del curador”, donde tanto el texto como la imagen requieren ser guiados por voces confiables que permitan una comprensión más profunda de la realidad.
La fotógrafa, célebre por su trabajo en Nicaragua con la agencia Magnum, relata que su carrera comenzó no como fotoperiodista, sino como observadora. “No fui a una escuela de periodismo. Fui al campo, observé, capturé y traté de entender lo que pasaba”, recuerda. En ese proceso, afirma haber encontrado valor en la colaboración con periodistas con los que compartía una búsqueda común, como Ray Bonner y Alan Riding. “Siento que esa relación de compañerismo y construcción conjunta se ha perdido con las nuevas generaciones”, lamenta.
Para Meiselas, el enfoque actual en muchos medios limita el trabajo fotográfico a tareas ilustrativas que no descubren ni profundizan. “Se determina la nota y luego se busca una imagen genérica o se envía a alguien a tomar una foto dos días después. Se pierde la conexión con la historia”, explica.
En su esfuerzo por brindar contexto y dar voz a los retratados, Meiselas ha incorporado elementos multimedia en su nuevo libro publicado por Aperture, el cual incluye códigos QR que vinculan las imágenes con videoclips. Esta interacción, sostiene, busca romper la relación superficial con la fotografía y empujar al espectador a reflexionar sobre las vidas retratadas y lo que ocurre más allá del encuadre.
Meiselas también expresa su preocupación por el impacto emocional y ético de la saturación informativa. “Tenemos más imágenes que nunca, pero eso no nos está empoderando. Nos está apaciguando”, advierte. Aunque plataformas como Instagram permiten una cercanía sin precedentes con personas en zonas de conflicto —como ocurre actualmente en Gaza—, esa conexión no necesariamente se traduce en acción o transformación.
“¿Estamos atontando a la población?”, se pregunta. “Creemos que sabemos más, pero nos limitamos a titulares. Ya no escarbamos más profundo.” Para Meiselas, el hábito de explorar lo inesperado —como perderse en las páginas físicas de un periódico o en los estantes abiertos de una biblioteca— representa una forma de resistencia ante la automatización del conocimiento.
En un mundo donde la información abunda, pero el entendimiento escasea, la obra de Meiselas invita a mirar, cuestionar y, sobre todo, a no conformarse con lo visible.