El día de ayer se conmemoró el día mundial de la libertad de prensa; en medio de la crisis sanitaria que también se vive a nivel global en este año a causa del coronavirus, la desinformación sobre este tema que se genera todos los días y de la que son víctimas miles de personas, es una lucha constante en esta profesión.
Con el desarrollo de la tecnología, es muy simple acceder a distintas fuentes de información, muchas veces confiables, otras veces no, pero cada día es más complicado saber qué es real y qué es mentira.
Como un virus, las noticias, se comienzan a propagar entre los lectores con gran rapidez, lamentablemente, al tener todos el acceso fácil a un teléfono celular, a las redes sociales y la comunicación inmediata, han surgido nuevos comunicadores sin un respaldo periodístico, pero que al ser “primeros informantes” ganan la credibilidad de la gente y se desencadena así un efecto de “contagio” de información, que en la mayoría de las veces, se trata de rumores deformados de la realidad y con ello surgen las ya conocidas noticias falsas, mejor conocidas como “fake news”.
Esto ha provocado que como comunicadores, tengamos una mayor responsabilidad de llevar la noticia veraz a nuestros lectores, como una premisa en nuestra profesión.
Si nos vamos a datos duros es necesario decir que en el censo del último trimestre de 2019 del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), en México 44 mil 364 personas ejercen la profesión. De esta cantidad 8 mil 300 son locutores y 36 mil ejercen el periodismo… Aun así, la información extraoficial, que no difunden los medios masivos, se vuelve el principal problema en la actualidad.
Pero, ¿qué tanto nos afecta este tipo de desinformación como sociedad?, por ejemplo, en esta pandemia de covid-19 que se vive en todo el mundo, una horda de pseudo reporteros han dado su “versión” de las cifras de personas hospitalizadas, de médicos agredidos, muertes y posibles contagios, incluso revelando la identidad de los enfermos; desatando el pánico, la sugestión y hasta la discriminación entre las personas que podrían o no tener la enfermedad.
Y eso por mencionar un caso reciente, la lucha contra la desinformación como un fenómeno que se ha incrementado con la penetración de las redes sociales en la vida cotidiana se intensifica día a día, poniendo a la prensa en el ojo del huracán, pues cada vez se cuestiona más el trabajo del periodista y se le acusa de “guardarse información” o trabajar a modo de intereses públicos, mientras que las noticias que se transmiten como cadenas de WhatsApp cobran veracidad entre los lectores y se privilegian por sobre la información oficialista.
Así, han surgido nuevos informantes que manipulan a su antojo los datos y hechos, desprestigiando el trabajo del reportero que día a día persigue la declaración de funcionarios, los cuestiona, investiga y se informa de fuentes científicas, políticas y sociales, como ya lo dijo el Secretario General de la Organización de las Naciones Unidas António Guterres, los periodistas que juegan un rol fundamental en el salvamento de vidas al informar sobre la salud pública, por ejemplo en las fechas actuales, pero también lo son para la vida política, económica y social de cualquier ciudad o nación.
Por último, de sobra está el decir que la inmediatez ha significado un reto para la prensa, que se ha tenido que adecuar a las nuevas necesidades de la sociedad, que reclama información oportuna.