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El Mirador
Redacción

Se ha roto mi red de apoyo

 

Mucho se habla sobre las redes de apoyo que uno como ser humano necesita y debe tener, pero ¿En realidad son un verdadero apoyo?

Hasta hace un par de semanas, yo creía que tenía un verdadero apoyo incondicional, mi madre; y a pesar de las chorrocientas mil diferencias que tenía, de que me corrió de la casa cuando más lo necesitaba, cuando ella solo vio por su bienestar sin pensar en sus nietas, y cuando más lo necesité me echó a la calle porque “podía ponerla en peligro a ella también”, seguía creyendo que era mi incondicional.

Pero apenas unos días, me enfrenté con la realidad: Mi madre ya no es mi madre, es la enfermedad bipolar que vive en el cuerpo de la mujer que me dio la vida.

Una verdadera bofetada con un guante de hielo fue para mí, el reconocer que la persona a la que me aferraba y creía que era mi incondicional, y que me trataba como quería, la justificaba porque decía “fui mala hija, me merezco ese trato, por divorciarme tengo que aguantar sus desplantes”, no estará nunca más.

Ahora me señala y me tacha de ser la peor persona que existe en la vida, de que soy la peor madre del universo, y cuantiosas ofensas más, y duele. Duele en el alma darte cuenta de que la mujer que más has amado en la vida, te da la espalda, duele escuchar que habla mal de ti, duele y bastante, porque, aunque está en cuerpo presente, su esencia ya no está, es como una muerte en vida.

Después de preocuparme, analizar las cosas, llorar, deprimirme, desconectarme de mis cotidianidades, poner en riesgo la estabilidad de mi pequeña familia que he formado, me ha costado mucho trabajo entender que perdí a mi madre, la persona que creía que era mi pilar en mi red de apoyo, que he quedado huérfana de madre, y que por ser la hermana mayor, ahora me toca tomar el lugar maternal para mis dos hermanos menores.

Que la abuela “cariñosa” que mis hijas llegaron a conocer ya no existe, que solo nos ha quedado atesorar los recuerdos de los momentos de lucidez en los que vivió mi madre.

Perdonar cuando hay amor, es fácil; pero olvidar, nunca. Nunca se olvida cuando te hicieron daño, cuando te ofendieron, cuando hablaron mal de las personas que más amas en la vida. Nunca se olvidan las palabas, y menos cuando se dicen con la intención de herir, porque dejan una gran huella en el corazón, y aunque se perdone, no se olvida.

Y lo peor de todo, es que te habla como si nada hubiera pasado, como si nunca te hubiera hecho daño, como si nunca hubieran salido de su boca esas palabras como navaja, que se clavan en lo más profundo de tu ser.

Estos últimos días me ha costado muchísimo escribir, más que los días en los que no tengo buena noche, más que los días oscuros, porque son días muy sombríos, apagados, donde me ha costado sonreír, me ha costado concentrarme, me ha costado no mostrarme frustrada frente a mis hijas, frente a mis compañeros, voltear a ver a la familia y con una sonrisa triste y fingida decir “estoy bien”.

Lo más lamentable de los hechos, es que la mente bipolar no acepta que necesita ayuda, te manipula a su conveniencia para sacarte lo que ella quiere, no lo que en verdad necesita. Por eso, se toma la decisión de alejarse, para que el daño no sea mayor, para proteger y salvaguardar a los que aun están con vida, a los que de manera incondicional han estado y han brindado no solo el apoyo moral, sino físico y van de la mano peleando las batallas que nos ha puesto la vida, la dura vida que existe hoy en día; para luchar por la salud mental de los que aún estamos cuerdos.

¿Cobardía? No, no lo es, porque ya se intentó luchar y ayudar, solo duele ver que la mente bipolar se quedará sola, sin ayuda, y su cuerpo morirá un día de la manera que menos esperas, porque en su euforia y depresión, pone en riesgo la vida.