El Clásico de México es más que un simple enfrentamiento deportivo; es una batalla en la que el alma de los aficionados se desborda en pasión. En un estadio Azteca dividido, bajo una lluvia incesante que nunca se detuvo, las Águilas del América y las Chivas de Guadalajara mostraron su grandeza en la capital.
Desde el pitido inicial, el equipo local tomó las riendas, su estratégia se basó en construir su juego y generar peligro. Pero no esperaba la fiera postura de su rival. Los rojiblancos no llegaron dispuestos a ser meros espectadores; al contrario, querían ser protagonistas y demostrar que estaban dispuestos a darlo todo por la victoria.
El ánimo en el estadio fu impactante, pero las Águilas fueron quienes impusieron su juego y se adelantaron en el marcador gracias a una genialidad de Brian Rodríguez. El uruguayo, con la habilidad de un mago, se abrió paso entre cuatro defensas y disparó. El balón se desvío en su camino hacia la red, desatando la euforia en el estadio. Cuarto gol en el torneo para el charrúa.
Chivas se vio obligado a reaccionar, pero su respuesta no fue contundente. Poco a poco el equipo visitante desapareció del campo, su estrategia se desvaneció entre la lluvia.
El equipo de casa se adueñó completamente del juego y llegó el segundo gol. Diego Valdés tomó el balón, avanzó metros con la libertad que le otorgaronn los jugadores rivales, y con un disparo soberbio aumentó la ventaja.
El complemento parecía una oportunidad para un resurgimiento de Chivas, pues al empezar la segunda mitad lograron marcar un tanto, pero la bandera del fuera de juego frustró su esperanza.
Mientras que el América mostró su hambre de más goles y no se detuvo. Diego Valdés apareció de nuevo, asistido por el debutante Igor Lichnovsky, logró marcar el tercer tanto. El cuarto gol llegó gracias a Alejandro Zendejas, quien empujó el balón con decisión dentro del área.