La ley de la entropía, la segunda ley de la termodinámica, nos enseña que el caos y el desorden son parte intrínseca de la vida. Paradójicamente, a menudo huimos de ellos.
Se nos ha inculcado la idea de que el caos es sinónimo de una existencia problemática. Si nuestra vida no parece perfectamente ordenada y estructurada, nos sentimos inclinados a pensar que no somos lo suficientemente eficientes para vivir plenamente. Sin embargo, raramente reflexionamos sobre el hecho de que el caos y el conflicto son señales de que algo está cambiando y evolucionando.
A lo largo de mis años como terapeuta, llego a comprender que, como seres humanos, a menudo somos intolerantes a la frustración. Queremos que todo suceda según nuestros deseos y plazos, e incluso queremos que suceda exactamente como lo imaginamos. Sin embargo, al hacerlo, nos convertimos inadvertidamente en adversarios de la propia vida.
A menudo anhelamos una vida sencilla y fácil de vivir, ya veces caemos en la trampa de pensar que la perfección y la estructura nos guiarán hacia eso. Pero no hay nada más cobarde que simplificar nuestra existencia. La vida es una maravillosa complejidad, incluso a veces caótica, y es precisamente eso lo que la hace auténtica y vibrante.
Quizás podríamos aprender a abrazar con valentía la entropía de la vida, y comprender que, sin caos, solo hay estancamiento y decadencia. Lo que está perfectamente ordenado está simultáneamente sujeto y destinado a la inmovilidad.
Por, Psic. Elizabeth Mercado.
Terapeuta Existencial.
Autora de Jaula Mental, decorar la jaula no te hace libre (disponible en Amazon)
Ig: elizabeth.mdo