Se requiere una dosis considerable de valentía para poder percibir la poesía en lo imperfecto y encontrar belleza en los fracasos. Es una habilidad sentir la magia en la incertidumbre que inunda nuestras vidas. Sin embargo, nos vemos atrapados en la trampa de perseguir la perfección, una búsqueda que, paradójicamente, acaba por restringir nuestra existencia.
Anhelamos constantemente planear cada detalle, incapaces de tolerar la más mínima incertidumbre. Pero, ¿cuánto de nuestro valioso tiempo invertimos en trazar meticulosamente nuestro destino? ¿Cuántas horas dedicamos a prepararnos, a estudiar ya ahorrar, todo en una inmensa búsqueda de "más"? Como si la abundancia material garantizara que el éxito nos abrirá la puerta hacia nuestro destino.
En más de una ocasión, me he encontrado con personas que pronuncian frases como: "Di todo de mí, no logro comprender por qué el fracaso fue mi recompensa", o "Me entregué al estudio con una dedicación desmedida, pero aún no vislumbro el éxito laboral que anhelo". O tal vez, alguna variante como: "Ahorré durante un lapso considerable para un propósito específico y al final, todo se esfumó en un caprichoso giro del destino". Y, lamentablemente, terminamos por exclamar: "No es justo".
La triste constatación es que, como sociedad, no hemos sido provistos de un manual sobre cómo encarar el fracaso y la incertidumbre. Nos vemos desprovistos de herramientas para lidiar con la vida y con nosotros mismos cuando es el fracaso, y no el éxito, quien nos invita a cruzar la puerta hacia el presente. Carecemos de una brújula para vivir sin la certeza de que si realizamos determinada acción, podremos moldear el éxito a nuestro antojo.
Quizás sea por esta misma razón que un número inmenso de personas batalla diariamente con ansiedad, depresión y desesperación. Nos han inculcado que la única forma de existir es mantener una férrea certeza sobre la vida y el éxito. ¡Nos han educado para perseguir certezas! Y quienes no las poseen, se sienten como extraños en su propio universo, consigo mismos y flotando entre la ansiedad y el miedo incesante.
Existe la fascinante posibilidad de que los fracasos y la incertidumbre no sean adversarios, sino maestros. Nos enseñan a abandonar la urgencia de buscar la perfección como garantía de éxito. Quizás nos permitamos entender que, independientemente de cuánto anhelemos asegurar que el éxito siempre nos recibirá con los brazos abiertos, en muchas ocasiones será el fracaso quien nos brinde una bienvenida inesperada, otorgándonos lecciones fundamentales.
¡Seamos suficientemente valientes para descubrir poesía en lo imperfecto, encontrar belleza en los fracasos y sentir la magia en la incertidumbre!
Podemos aprender a vivir sin depender desesperadamente de certezas, a convivir armónicamente con los fracasos y, quizás así, nos convertiremos en un poco más humanos, comprendiendo la fragilidad de este juego llamado vida. Donde, por más que nos empeñemos en asegurarnos, nadie posee un boleto de entrada garantizado al éxito.
Por, Elizabeth Mercado.
Terapeuta Existencial.
Autora de Jaula Mental, decorar la jaula no te hace libre (disponible en Amazon)
Ig: elizabeth.mdo