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El absurdo

Albert Camus sostiene que la vida carece de sentido, pero merece la pena vivirla siempre y cuando se reconozca su falta de sentido.

 

Nunca supe exactamente por qué decidí escalar el Pico de Orizaba este fin de semana; si bien ya había considerado hacerlo, la oportunidad se presentó de manera inesperada.

 

En ocasiones, anhelamos comprender claramente el motivo detrás de nuestras acciones, pero la mayoría de las veces nos enfrentamos a la incertidumbre sobre la razón y el propósito de nuestras elecciones. Constantemente buscamos certezas que den significado a nuestra existencia. Establecemos objetivos y metas para motivarnos, recordándonos la razón por la cual perseveramos cuando la energía disminuye. Sin embargo, cuando la razón no está clara, la incertidumbre nos envuelve, como me sucedió al enfrentar la decisión de escalar el Pico de Orizaba. No tenía idea del verdadero propósito de la ascensión.

 

Pocas horas antes de comenzar la travesía, mis compañeros compartieron sus objetivos y motivaciones. En ese momento, comprendí a quienes enfrentan la montaña de la vida sin un sentido claro, aquellos que carecen de una razón para existir. Fue entonces cuando me propuse aprender a habitar la incertidumbre, sin ser consciente de la profunda lección que ello me concedería.

 

Desde el inicio de la ascensión, me sentí inquieta. No sabía si lograría alcanzar la cima, pues había tenido un muy mal descanso y comenzaba el ascenso con la incertidumbre de si mi cuerpo aguantaría el esfuerzo. La dificultad de la incertidumbre radica en nuestra necesidad de llenar ese vacío con certezas que nos proporcionen una falsa seguridad y un sentido de vida. Sin embargo, llega un momento en el que descubrimos que esas certezas son absurdas. Entonces nos enfrentamos a la incertidumbre fundamental de la vida: ¿quién soy, qué es la vida y por qué estoy aquí? Ante la falta de respuestas, nos quedan dos opciones: quedarnos inmóviles o dar un paso hacia adelante, abrazando la incertidumbre del futuro.

 

En mi caso, elegí dar ese paso abrazando la incertidumbre. Sin embargo, llegó un momento en el que, entre el cansancio, el mal de altura y el desafío, me dije a mí misma: "Es absurdo estar subiendo una montaña sin un propósito claro, ya que no tiene sentido subir solo para luego bajar". En ese instante, comprendí el concepto del absurdo que Albert Camus intenta explicar con el mito de Sísifo. Entendí que habitar la incertidumbre es llegar a la comprensión de que la vida es absurda, carece de sentido y razón, al igual que subir una montaña. Solo nos queda vivir la vida, entregándonos a lo único cierto que poseemos: el paso que ya estamos dando.

 

Al final, no conquistamos la montaña, sino a nosotros mismos. El Pico de Orizaba me regaló la conquista de mi necesidad de certeza. Aprendí a habitar constantemente en el "no sé", aceptando que no siempre sabré si lograré algo o llegaré a algún lugar. En cada "no sé", solo me quedaba disfrutar del paso que sabía que estaba dando.

 

Reconozco que la vida es absurda y que nuestras ansias de encontrarle un sentido nos llevan a cometer locuras como escalar montañas, escribir libros, establecer propósitos, formar una familia, o cualquier cosa que dé un propósito a nuestra existencia. No siempre habrá un porqué ni un para qué. Pero esta falta de certeza permite que disfrutemos del paso que damos, aunque parezca absurdo, simplemente por el placer de vivir.

La vida no tiene sentido, pero vale la pena vivirla siempre que reconozcamos su falta de sentido, como bien dice Albert Camus.

 

Profundamente agradecida con el equipo Bowichi y Alien Outdoors, quienes son grandiosos guías en el acompañamiento de nuestras cimas.

 

Por, Elizabeth Mercado.

Terapeuta Existencial. 

Autora de Jaula Mental, decorar la jaula no te hace libre (disponible en Amazon)

Ig: elizabeth.mdo