En el esfuerzo cotidiano de nuestras vidas, nos encontramos sumidos en la paradoja de vivir la "vida del mientras". Una existencia donde aplazamos nuestros sueños y aspiraciones bajo la sombra de que estamos construyendo un mañana mejor. Soy consciente de que muchos de ustedes, así como yo misma, se identificarán con este fenómeno sutil, pero poderoso que impregna nuestras elecciones diarias.
Vivimos en un constante "mientras", es decir, "trabajo en este empleo mientras persigo mi verdadera pasión", "me esfuerzo por complacer a los demás mientras busca mi propia felicidad", "soporto esta rutina mientras espero que llegue algo mejor". La vida del mientras es como una pausa perpetua, una espera constante que diluye el sabor del presente en aras de un futuro idealizado.
En mi práctica como psicóloga existencialista, observó cómo esta mentalidad nos lleva a sacrificar nuestra existencia presente en el altar de la postergación. Nos convencemos a nosotros mismos de que el verdadero significado de la vida se encuentra más adelante, en algún punto indefinido del futuro. Pero, ¿qué pasa si ese futuro nunca llega? ¿Y si la vida del mientras es, de hecho, la vida real que estamos destinados a vivir?
Nos perdemos entre las páginas de nuestro propio relato, justificando las elecciones que no nos llenan realmente. Decimos "mientras" como si fuera un conjuro mágico que nos libera de la responsabilidad de enfrentar la verdad incómoda de que esta, la vida del mientras, es nuestra única y verdadera realidad. Es aquí y ahora donde nuestras decisiones, pequeñas y grandes, dan forma a la narrativa de nuestras vidas.
La vida del mientras nos ofrece una distracción seductora. Nos engañamos a nosotros mismos creyendo que estamos en tránsito hacia algo mejor, sin percatarnos de que la única manera de llegar a nuestro destino es caminar con conciencia en cada paso. La pregunta que les planteo es simple, pero profunda: ¿son conscientes de que su vida del mientras es, de hecho, su vida real?
En esta columna, les invitamos a reflexionar sobre cómo las pequeñas elecciones diarias contribuyen a la construcción de su realidad presente. ¿Están verdaderamente comprometidos con el viaje o simplemente están mirando el paisaje, esperando a llegar a un destino que quizás nunca se manifieste?
La vida del mientras puede convertirse en una prisión invisible, pero también en la llave para liberarnos de las cadenas autoimpuestas. Al aceptar plenamente el presente, podemos redescubrir la riqueza de la vida que fluye a nuestro alrededor. Es hora de despertar, dejar de postergar la felicidad y reconocer que la vida del mientras es, en realidad, la única vida que tenemos.
Por, Elizabeth Mercado.
Terapeuta Existencial.
Autora de Jaula Mental, decorar la jaula no te hace libre (disponible en Amazon)
Ig: elizabeth.mdo