Estuve reflexionando sobre la cobardía mientras terminaba de escribir acerca de mi inquietante laberinto de la mente, donde explico lo importante de que perdernos se convierte en una travesía para encontrarnos, y, me sumerjo en la reflexión sobre la monstruosidad que todos cargamos. Al concluir la escritura de mi segundo libro, "Laberinto Mental: Perderse para Encontrarse", me pongoa explorar la aparente paradoja de abrazar nuestra autenticidad en un mundo que nos dicta seguir patrones preestablecidos.
La sociedad, desde nuestros padres hasta las estructuras más amplias, nos conduce a adoptar un guion social preconcebido. En este camino, la autenticidad se percibe como algo "malo" o, como mínimo, un acto rebelde. En este vaivén entre lo establecido y lo genuino, surge la idea de la monstruosidad.
En mi obra, desgloso la noción de que lo monstruoso no reside en la autenticidad, sino en la incapacidad de dominar aspectos esenciales de la existencia: La desesperación, esa sensación angustiante que nos consume; la complejidad, el tejido intrincado de nuestras vidas; la incertidumbre, compañera constante en nuestro venir; la frustración, resultado de expectativas no cumplidas; y la finitud, la inevitabilidad de nuestra existencia limitada.
Estos monstruos reales, lejos de acechar en las sombras, se manifiestan cuando nos convertimos en cobardes ante ellos. La verdadera monstruosidad no radica en la autenticidad, sino en nuestra incapacidad para enfrentar y abrazar la desesperación, la complejidad, la incertidumbre, la frustración y la finitud.
Cuando evitamos estos aspectos cruciales de la vida, nos convertimos en monstruos que ansían controlar lo incontrolable, que se devoran a sí mismos en su urgencia por escapar de la realidad. La aceptación de errores se torna un desafío monumental, y la incapacidad para lidiar con la complejidad que nos convierte en criaturas intolerantes.
¿Qué es lo que nos hace temer nuestra propia autenticidad? ¿Por qué, a pesar de anhelar la libertad que emana de ser nosotros mismos, a menudo sucumbimos al miedo y la cobardía? ¿Cuántas veces hemos sacrificado nuestra esencia en el altar de las expectativas sociales? ¿Cuántas veces hemos dejado que la sombra de la cobardía oscurece la luz de nuestra autenticidad?
Al explorar el laberinto de la mente, surge la inquietante noción de que abrazar nuestra verdadera naturaleza se percibe como un acto monstruoso. ¿Es acaso la autenticidad tan aterradora como nos han enseñado a creer? ¿O es nuestra propia cobardía la que proyecta sombras donde debería haber luz?
En esta reflexión, sería lindo que pudiéramos cuestionar nuestras elecciones. ¿Hemos permitido que la desesperación nos paralice? ¿Nos hemos rendido ante la complejidad, buscando refugio en la simplicidad artificial? ¿Hemos evitado la incertidumbre, olvidando que en ella reside la chispa de la posibilidad? Y, lo más crucial, ¿nos hemos convertido en monstruos al negarnos a abrazar la finitud de nuestra existencia? ¿O es la cobardía la verdadera fuente de nuestra monstruosidad, al rechazar la inevitable danza con la desesperación, la complejidad, la incertidumbre, la frustración y la finitud?
Lo verdaderamente monstruoso no es abrazar nuestra autenticidad, sino ser cobardes ante los monstruos reales que yacen en la esencia misma de nuestra existencia. En la aceptación de la desesperación, la complejidad, la incertidumbre, la frustración y la finitud, encontramos la llave para liberarnos de las cadenas de la verdadera monstruosidad y abrazar nuestra autenticidad con sabiduría y coraje.
Por, Elizabeth Mercado.
Terapeuta Existencial.
Autora de Jaula Mental, decorar la jaula no te hace libre (disponible en Amazon)
Ig: elizabeth.mdo