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La lista de propósitos

En el umbral de otro año que llega a su fin, nos encontramos ante la tentación de concluirlo como si fuera la última página de un capítulo vital. Tradicionalmente, nos sumergimos en la elaboración de listas de propósitos, como si nuestras vidas fueran un formulario que requiere ser llenado con metas y objetivos cuidadosamente seleccionados. ¿Pero hasta qué punto permitimos que la vida misma nos sorprenda en este proceso? ¿Qué grado de conciencia dedicamos a la elaboración de estas listas, que a menudo se convierten en la vara con la que medimos nuestro propio valor?

 

La vida, en su esencia más pura, no puede ser reducida a una serie de logros tachados en una lista. En nuestra ansiedad por cumplir con nuestras expectativas autoimpuestas, corremos el riesgo de transformarnos en esclavos, guiados por la rigidez de la autoexigencia. ¿De dónde proviene la creencia arraigada de que lo que anhelamos profundamente es precisamente lo que necesitamos para mejorar nuestras relaciones, tanto con nosotros mismos como con los demás?

 

Con frecuencia, depositamos una fe ciega en las maquinaciones de nuestra mente, aceptando sin cuestionar sus dictados. Solemos creerle tanto a nuestra mente que jamás ponemos en tela de juicio sus “brillantes ideas”. Olvidamos que somos más que simples entes mentales; somos un equilibrio delicado entre mente, cuerpo, espíritu y emoción. Pero, la gran pregunta es: ¿Realmente se considera nuestro mundo interno una democracia, donde todas las partes de nuestro ser opinan libre y respetuosamente? O, acaso, ¿se ha convertido en una dictadura, donde el Yo mental impone su voluntad sobre todas las demás voces internas?

 

Antes de embarcarnos en la confección de una lista de propósitos que pueda perpetuar una dictadura interna, quizás sea prudente examinar la naturaleza de nuestra relación con nosotros mismos. ¿Cómo dialogan nuestras diversas facetas internas entre sí? ¿Escuchamos verdaderamente a cada voz, o hemos permitido que una única voz, la de la mente, eclipse a todas las demás?

 

En el cierre de este año, insto a cada uno de nosotros, ante la encrucijada de propósitos y listas, a explorar más allá de las fronteras autoimpuestas de nuestra mente. Que este sea un momento de introspección, donde no solo evaluemos lo que queremos lograr, sino cómo nos relacionamos con cada parte de nosotros mismos.

 

En lugar de convertir nuestras vidas en una dictadura de propósitos, invitemos a la diversidad de voces internas a participar en un diálogo enriquecedor. La verdadera esencia de la existencia no se encuentra en la ejecución de una lista, sino en la armonía que cultivamos entre nuestra mente, cuerpo, espíritu y emociones.

 

Que este nuevo año no nos encuentre como espectadores pasivos de nuestras vidas, sino como co-creadores conscientes y equitativos de nuestra propia narrativa. Al abrazar la complejidad de nuestro ser, liberamos el potencial de una transformación genuina y sostenible. En última instancia, que el próximo capítulo de nuestras vidas esté marcado no solo por lo que logramos, sino por cómo vivimos, aprendemos y nos conectamos con la riqueza intrínseca de nuestra existencia. ¡Que sea un año de autenticidad, crecimiento y diálogos existenciales significativos!

Por, Elizabeth Mercado.

Terapeuta Existencial.

Autora de Jaula Mental, decorar la jaula no te hace libre (disponible en Amazon)

Ig: elizabeth.mdo