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Adriana Corral Bustos
Hacer Historia en la época actual

Las humanidades digitales y la historia pública digital 

Dra. Adriana Corral Bustos y Dr. Luis Mezeta Canul.

Las innovaciones tecnológicas han cambiado la vida de las personas. La televisión, el radio y por supuesto, las computadoras. Si alguno de nuestros lectores lo recuerda, antiguamente se utilizaban máquinas de escribir para pasar los textos en limpio. Los ordenadores vinieron a revolucionar todo el trabajo y actualmente se ahorra la mitad del tiempo que antes se empleaba en preparar un texto. Pero este es el nivel más simple que se tiene para su uso. En la actualidad, el procesamiento de los datos a través de los sistemas computacionales permite la acumulación de grandes cantidades de información y su análisis, qué sin su apoyo, sería imposible. Esto ha venido a impactar de manera decisiva la forma de comprender el mundo y de hacer ciencias sociales y humanidades. Es un salto cuántico. Aunque no deja de lado que hay que realizar lecturas concienzudas de lo que se ha escrito sobre los temas de nuestro interés y también de las fuentes documentales que se utilizan para la elaboración de los estudios históricos, pues la lectura de un texto en el contexto de un acervo documental siempre brindará perspectivas de su creación que a veces la consulta en medios digitales no es posible percibir. Sin embargo, la tendencia mundial hacia el uso de tecnologías de la información para la elaboración de investigaciones nos lleva a reflexionar en las posibilidades que nos otorgan las denominadas humanidades digitales para la construcción de la historia.

El uso de recursos tecnológicos para el procesamiento de datos en las humanidades tuvo su primer precedente a mediados del siglo XX, cuando el sacerdote italiano Roberto Busa se planteó elaborar un índice de concordancias de las obras completas de Santo Tomás de Aquino y algunos autores relacionados. El corpus documental incluyó más de once millones de palabras en latín medieval, por lo que Busa, enterado de una máquina llamada "computadora", decidió contactar a la empresa IBM en los Estados Unidos para solicitar su apoyo. Como consecuencia de este trabajo, en 1974 se publicaron los primeros tomos bajo el nombre Índice Thomasticus, el cual se considera el origen de las humanidades digitales, ya que fue la primera vez que se aplicaba el uso del cómputo en el quehacer humanístico. Sin embargo, fue hasta el año 2010 que las humanidades digitales eclosionaron como un nuevo campo transdisciplinario interesado por comprender el impacto y la relación, de las tecnologías de cómputo en la investigación humanística. En su desarrollo y tránsito por diversas definiciones metodológicas surgidas generalmente de la experiencia y la atención por proyectos alojados en la web, las humanidades digitales han experimentado retos y oportunidades diversas donde la acelerada transformación digital de los últimos años ha mediado las formas de aproximarse a los problemas sociales del presente y del pasado.

En atención a esta innovación e intereses investigativos que impactan directamente a nuestras sociedades, hace algunas semanas, El Colegio de San Luis, A. C. con el apoyo del Consejo Potosino de Ciencia y Tecnología, fue sede del simposio internacional “Las humanidades digitales y la historia pública: memoria, identidad y patrimonio”. Se trató degenerar un espacio de diálogo inicial que permitiera discutir estrategias colaborativas de intervención entre el medio académico, la función pública y la sociedad civil para promover la participación ciudadana y el consumo de la ciencia y las artes producidas con mediación de las humanidades digitales y de la historia pública. Se piensa en estas perspectivas como herramientas metodológicas que permiten hacer accesible y atractivo el conocimiento humanístico a un público que generalmente no se familiariza con sectores académicos especializados. La reunión hizo evidente la necesidad de estudiar el impacto de los acelerados cambios tecnológicos en la investigación humanística como forma de adaptar y afrontar con prontitud, las propuestas de estudio en la denominada “era digital”. El encuentro puede considerarse como una propuesta para suscitar y continuar la conversación en torno a los efectos de la digitalidad en el quehacer de profesiones concernientes a las humanidades y las ciencias sociales. Los resultados del evento fueron muy enriquecedores. Los temas sobre los usos de la inteligencia artificial (IA), la ética en la investigación, la minería de datos, la preservación de la información, la brecha digital y el concepto de lo efímero para los estudios históricos replantean las maneras de comprender y humanizar a una sociedad que vive aparentemente interconectada.

No queda duda de que los alcances que otorgan las humanidades digitales son infinitos. Su transversalidad es indiscutible, y responde a la necesidad de afrontar los retos que aporta la transformación tecnológica en el desarrollo de la investigación y la enseñanza de la historia, lo cual implica pensar las cosas de manera diferente a través de las especificidades que definen el pensamiento computacional. El empleo de las tecnologías ha repercutido también en el impulso de nuevas perspectivas de trabajo para los estudios históricos, como lo ejemplifica la historia pública (digital). Una de las claves que se establecen con este concepto es la comunicación de los resultados de investigación histórica a audiencias más amplias y no necesariamente especializadas. Es decir, la historia sale de las aulas y se vuelve dinámica en las redes sociales. En este tipo de estudios la colectividad se vuelve parte de la explicación de su proceso histórico, lo que genera inclusión y acceso democrático a la información. Con ello se busca facilitar la comprensión de los procesos históricos y su reflexión, especialmente en temas relacionados con nuestra memoria, la identidad y el patrimonio.

Desde la historia pública digital es relevante asumir la necesidad de responder a los nuevos paradigmas que se plantean en la interpretación histórica, donde las fuentes de información se diversifican, ya no solo se observan en tinta, sino que se cuentan en bites informáticos. La historia que nos habla del pasado se actualiza para ser dinámica, atractiva e influyente en un mundo interconectado. Nos inspira, educa y mantiene unidos, recordándonos nuevas posibilidades de interpretación que tenemos por delante. No es solo un registro del pasado, es una historia viva que recuerda nuestras herencias compartidas.