En la insoportable búsqueda de significado y realización, nos metemos de lleno en la construcción de un yo, una entidad que no solo aspiramos a admirar, sino que también pretendemos que nos sirva como herramienta para alcanzar nuestros anhelos. Sin embargo, ¿de dónde proviene la certeza de que lo que anhelamos es realmente lo que necesitamos para experimentar la dicha y la plenitud?
Vivimos en una época que nos incita a perseguir nuestros deseos, a construir la vida que soñamos, pero, ¿cuántos de nosotros nos detenemos a cuestionar la autenticidad de esos anhelos? La falta de herramientas para desarrollar un pensamiento crítico nos convierte en prisioneros de nuestras propias aspiraciones, sin cuestionar si estas realmente nos conducen a la realización personal.
La incongruencia es que, al confiar ciegamente en lo que anhelamos, nos convertimos en arquitectos de una existencia que, al final, puede resultar ser un edificio vacío. La construcción de una vida basada en aspiraciones superficiales a menudo nos deja con una sensación de vacío, aunque tristemente, por orgullo, nos resistimos a aceptarlo.
¿Qué tan valientes somos para reconocer que algunas construcciones de nuestra vida han sido errores? ¿Qué tan valientes somos para deconstruir lo que hemos constituido y comenzar de nuevo, reconociendo que lo que anhelamos no siempre nos conduce a la plenitud?
En mi diario, alguna vez escribí: "Me gusta la vida que construí, pero no me gusta la persona que soy en esta vida que construí". Este conflicto interior resuena con la lucha de muchos que, tras dedicar tiempo y esfuerzo en la edificación de una existencia, se encuentran insatisfechos con el resultado.
Aceptar nuestra incapacidad para construir lo que verdaderamente necesitamos puede ser el primer paso hacia la búsqueda de la autenticidad y la plenitud. Ser valientes implica vivir el sin-sentido por un momento, permitirnos la deconstrucción y reiniciar nuestra existencia desde lo que realmente puede satisfacer nuestros vacíos existenciales.
En la valentía de reconocernos como "basura" existencial, encontramos la libertad de explorar lo auténtico, de cuestionar nuestras aspiraciones y construir desde la esencia de lo que verdaderamente nos hace sentir plenos. En la aceptación de nuestras limitaciones, quizás descubramos que la verdadera fortaleza reside en la capacidad de reinventarnos, de abrazar la incertidumbre y de construir, no lo que creemos necesitar, sino lo que realmente nos conecta con la esencia de nuestra existencia.
No somos lo suficientemente capaces de construir una vida que nos haga bien, eso es bueno, eso nos hace humanos. Habrá que intentar varias veces, poner en tela de juicio nuestros anhelos, desconfiar de nuestras “maravillosas ideas”, atrevernos a renunciar, a resignificar incluso el terreno que tenemos. Y comprender que solo tenemos un terreno, y, por lo tanto, una sola construcción, y que realmente a veces es mejor quitarlo todo para empezar de nuevo, que tratar de engañarnos creyendo que lo “peor es nada”. A veces, nada es mejor que lo mal construido, o lo inútil. Abracemos la idea de que muchas veces nuestras construcciones no fueron más que basura, y así podamos intentarlo de nuevo.
Por, Elizabeth Mercado.
Terapeuta Existencial.
Autora de Jaula Mental, decorar la jaula no te hace libre (disponible en Amazon)
Ig: elizabeth.mdo