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EXISTIR, ES UNA OBRA DE ARTE: NO HAY ERRORES.

En la última sesión con uno de mis pacientes, exploramos una perspectiva intrigante sobre la existencia: la vida misma como una obra de arte. Este enfoque nos lleva a cuestionar si realmente existen errores en nuestro existir, al igual que en el arte. Mi paciente compartió cómo, al estar inmerso meticulosamente en una situación de su vida, la percibía como catastrófica hasta que logró ampliar su perspectiva y ver el panorama completo de su vida. Fue entonces cuando se dio cuenta de que esa situación era solo una pequeña parte de la obra total.

 

Recordó una experiencia pasada en sus clases de arte, donde estaba obsesionado con corregir una línea que parecía torcida en su pintura. Sin embargo, al dar un paso atrás por sugerencia de su maestra, comprendió que esa línea no solo no estaba mal, sino que era insignificante en comparación con la esencia total de la obra. Esta analogía nos llevó a reflexionar sobre la disyuntiva de estar tan inmersos en el presente que no podemos ver nuestra propia vida de manera objetiva.

 

Muchas teorías enfatizan la importancia de estar “PRESENTE EN EL PRESENTE”, pero ¿qué sucede si esta inmersión nos impide ver nuestra vida de manera más amplia? En nuestra sesión, llegamos a una conclusión importante: para ser verdaderamente participantes activos de nuestra propia vida, debemos ser conscientes de nuestra existencia. Y para ser conscientes de nuestra existencia, debemos aprender a hacer pausas para alejarnos y contemplar el panorama completo.

 

La única manera de reflexionar sobre algo es observándolo, pero si estamos completamente inmersos en el presente, no habrá espacio para la reflexión; nos convertiremos en esa misma línea torcida de la que hablaba mi paciente. No somos una línea torcida, somos la obra completa. Y al igual que en el arte, no hay errores en nuestra manera de existir.

 

Además de la reflexión sobre la analogía entre la vida y el arte, exploramos el concepto de la importancia de la reflexión en nuestras vidas. En un mundo cada vez más acelerado y lleno de distracciones, el acto de detenernos y contemplar nuestro ser puede parecer un lujo o incluso una pérdida de tiempo. Sin embargo, es en esos momentos de pausa y reflexión donde encontramos la verdadera claridad y comprensión de nosotros mismos y de nuestras circunstancias.

 

Al tomar distancia de nuestras preocupaciones inmediatas, ganamos una perspectiva valiosa que nos permite discernir lo trivial de lo significativo, lo efímero de lo perdurable. Nos damos cuenta de que muchas de las preocupaciones que nos parecen monumentales en el momento, en realidad son solo pequeñas piezas de un rompecabezas mucho más grande y complejo.

 

Este enfoque no implica desentenderse de nuestras responsabilidades o vivir en una constante fantasía introspectiva, sino más bien encontrar un equilibrio saludable entre la acción y la contemplación. Es en la intersección de estas dos facetas donde encontramos una existencia más plena y significativa.

 

Al integrar la idea de que nuestra vida es una obra de arte en constante evolución, podemos abrazar la noción de que cada experiencia, ya sea dolorosa o placentera, contribuye a la belleza y complejidad de nuestro ser. En lugar de juzgar nuestras acciones como "correctas" o "incorrectas", podemos verlas como pinceladas en el lienzo de nuestra existencia, cada una aportando su propia textura y color a la imagen general.

 

Podría ser que, la siguiente vez que te sientas abrumado por las exigencias del presente, podrías tomarte un momento para alejarte y contemplar el panorama completo. Recuerda que no eres solo una línea torcida en un lienzo, eres la obra de arte completa, y en tu existencia no hay errores, solo la hermosa y compleja interacción de todas tus experiencias y elecciones.

 

Por, Elizabeth Mercado.

Terapeuta Existencial.

Autora de Jaula Mental, decorar la jaula no te hace libre (disponible en Amazon)

Ig: elizabeth.mdo