¿Te ha pasado alguna vez que estás frente a algo que te da pavor y lo único que quieres hacer es cerrar los ojos y esperar que todo pase? Bueno, déjame contarte mi experiencia reciente que me hizo repensar esta estrategia.
Este fin de semana me decidí a realizar un desafío que desató un remolino de emociones dentro de mí: me lancé en paracaídas. ¿Por qué? Bueno, más que la mera búsqueda de adrenalina, esta experiencia se convirtió en una metáfora vívida de cómo enfrentamos el miedo en nuestras vidas cotidianas.
Al principio, cuando me encontraba en el borde del avión, con el viento rugiendo en mis oídos y el suelo pareciendo estar a años luz debajo de mí, me di cuenta de algo: cerré los ojos instintivamente. Fue como si creyera que, al bloquear mi visión, también bloquearía el miedo que latía en lo más profundo de mi ser. Pero, oh, qué equivocada estaba.
Al cerrar mis ojos, descubrí que el miedo no desapareció; al contrario, parecía multiplicarse en las sombras de mi mente. El miedo se alimentaba de mi imaginación, creando escenarios cada vez más terroríficos. En la oscuridad detrás de mis párpados, el miedo se volvía omnipresente, una fuerza imparable que amenazaba con consumirme.
Pero lo que no me di cuenta en ese momento es que cerrar los ojos no hace que el miedo desaparezca; de hecho, lo hace más grande. Cuando mis párpados se juntaron, el miedo solo se trasladó de la situación real a mi cabeza, donde comenzó a crecer y a alimentarse de mis pensamientos.
Fue solo cuando decidí abrir los ojos que algo mágico sucedió. En lugar de ver una caída libre aterradora, me encontré con un panorama increíble. El cielo abierto, la tierra extendiéndose debajo de mí, y la sensación de libertad pura me golpearon como una ola. De repente, lo que temía se convirtió en una experiencia que me llenaba de vida y satisfacción.
Esta experiencia me hizo reflexionar sobre cómo a menudo enfrentamos nuestros miedos. Muchas veces, nos encontramos con obstáculos en la vida, ya sea cambiar de trabajo, salir de nuestra zona de confort o tomar decisiones importantes, y lo primero que hacemos es cerrar los ojos y esperar que desaparezcan.
Pero, ¿y si en lugar de eso, abriéramos los ojos y enfrentáramos nuestros miedos de frente? Porque, al final del día, el miedo no reside en la situación misma, sino en nuestra percepción de ella. Es como si estuviéramos encerrados en una habitación oscura, convencidos de que hay algo aterrador en el otro lado, cuando en realidad, si abriéramos la puerta, encontraríamos algo completamente diferente.
El miedo, en su esencia, es un instinto de supervivencia, pero también puede ser el precursor de experiencias extraordinarias. Nos impulsa a crecer, a desafiarnos a nosotros mismos y a descubrir nuestras propias capacidades. Es como si el miedo nos estuviera diciendo: "¡Oye, aquí hay algo emocionante esperándote! ¿Estás listo para enfrentarlo?"
Así que la próxima vez que te encuentres frente a algo que te cause miedo, ya sea saltar en paracaídas, tomar una decisión difícil o enfrentar un nuevo desafío, recuerda esto: cerrar los ojos solo te deja atrapado en tu propio miedo. Pero abrir los ojos te permite ver las oportunidades que se esconden detrás de tus temores.
Desafía al miedo, ábrete a la vida y quién sabe, tal vez descubras que lo que te asusta es precisamente lo que te hará sentir más vivo. ¡Atrévete a abrir los ojos y deja que la vida te sorprenda!
Por, Elizabeth Mercado.
Terapeuta Existencial.
Autora de Jaula Mental, decorar la jaula no te hace libre (disponible en Amazon)
Ig: elizabeth.mdo