En mi TikTok, me dedico a hacer reseñas y recomendar libros. Hace poco compartí un video sobre cuatro libros que considero esenciales para realmente conocerme: Alicia en el País de las Maravillas, Del Amor y Otros Demonios, Coraline y El Murmullo de las Abejas. El video fue bien recibido, con reacciones y vistas. Sin embargo, un comentario de un señor me dejó pensando. Dijo: “Pues con razón”, añadiendo que eran libros de “nivel cultural bajo, hay tres mil libros mucho mejores que esos”.
Esto me llevó a preguntarme: ¿Qué es el nivel cultural bajo? ¿Determina la lectura cuán culta es una persona? ¿Será que leer ciertos libros nos hace automáticamente más cultos? Me pregunto si ese señor realmente leyó los cuatro libros que mencioné o si ha leído esos tres mil libros que asegura son superiores.
Reflexionando sobre esto, recordé cómo a lo largo de los años he conocido a muchos lectores y lectoras que, igual que yo en el pasado, ocultan lo que leen debido a la vergüenza o el miedo al juicio. La literatura juvenil y los libros de desarrollo personal suelen ser menospreciados en ciertos círculos. Recuerdo que en mi adolescencia leía sagas de ficción o romances de autores como John Green o Becca Fitzpatrick. En aquel entonces, sentía que debía esconder mis gustos, sin darme cuenta de que, para muchos adultos, el simple hecho de que una joven de 13 años devorara libros era motivo de orgullo.
El acto de leer en sí ya es un hábito significativo. Nos abre puertas a mundos que de otro modo nunca conoceríamos. Cada uno de nosotros, como lectores, exploramos y entendemos el mundo de manera única a través de nuestros libros. Nuestros gustos son personales y nadie debería tener voz ni voto sobre ellos.
Además, creo que la cultura es algo que llevamos desde el nacimiento y se moldea mucho por el entorno en el que nos desarrollamos. La lectura, potencialmente nos hace más inteligentes, nos ofrece un panorama más crítico y fomenta el desarrollo de nuestra imaginación, facilitando reflexiones profundas, pero eso es solo una parte de lo que somos.
Por eso, invito a todos a “no juzgar un libro por su portada”, en este caso, a una persona por los libros que decide leer. Al final, lo que importa es que leemos, que estamos en constante búsqueda de nuevas historias, nuevos conocimientos y nuevas emociones. Eso, en sí mismo, ya es una victoria contra la ignorancia.
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