Con las nuevas generaciones de lectores y el avance imparable de la tecnología, el lector electrónico ha encontrado un espacio en nuestras vidas. Ya sea en la forma de un Kindle, un Kobo o cualquier otro dispositivo, leer libros digitales se ha convertido en una opción para muchos. Aunque admito ser una persona a la antigua que disfruta de sostener un libro físico entre las manos, no me molesta leer en formato digital de vez en cuando.
Los libros electrónicos, sin duda, tienen sus ventajas. Las pantallas han evolucionado para no lastimar los ojos, ajustando el brillo y emulando la experiencia de leer un periódico. Son más baratos, su capacidad para almacenar miles de libros en un solo lugar es impresionante, y además son ligeros, lo que permite llevarlos a todas partes. Incluso hay soportes con control remoto para pasar páginas sin mover un dedo. Todas estas innovaciones enriquecen el hábito de lectura.
Sin embargo, el libro físico sigue siendo inigualable. Hay algo especial en el olor de las páginas, el peso de un tomo en tus manos y el placer de subrayar a mano una cita que te impacta. La experiencia sensorial es insustituible. Y aunque el Kindle puede ser un gran aliado para quienes ya están inmersos en el hábito de la lectura, siempre recomendaré a quienes no han probado la experiencia que se inicien con un libro físico.
Al final, todo se reduce a preferencias personales. Si disfrutas devorar historias, adelante, prueba el Kindle o cualquier lector electrónico, pero si buscas esa conexión más íntima con el papel, nunca te arrepentirás de tener un buen libro físico.