Con el fin de frenar la marginación en Guatemala, las productoras de este país cuentan acceso a tecnología, aplicaciones y educación financiera. Gracias a iniciativas del Programa Mundial de Alimentos (PMA) de las Naciones Unidas, el rezago femenino debido a costumbres culturales y la historia de la región, hoy se pueden combatir a través de la alimentación y la tecnología.
En charla con Excélsior, Lola Castro Benítez, directora regional para América Latina y el Caribe del PMA explicó la importancia de recuperar el vínculo entre la nutrición y los productos ancestrales para mejorar las dinámicas sociales.
Hay ejemplos que dan mucha esperanza, la comunidad del corredor seco en Guatemala, es uno de ellos; ahí, un grupo de mujeres indígenas ch’orti’ y había visto su vida cambiar gracias a los programas enfocados a la alimentación”, narró Castro.
En estas comunidades, dijo la funcionaria, “todo el mundo se iba, ya fuera a las capitales o a la ciudad central, y luego migraban del país, pero de pronto empezaron a producir en su huerto, a vender el producto, crecieron y adquirieron animales; entonces continuaron vendiendo, pero también consumiendo su propio alimento, mejoraron su calidad de vida y lo que explicaban es que en esa localidad ya casi nadie se va”.
La migración frenó, afirmó Castro, porque los pobladores “están bien alimentados, pero también tienen ingresos, tienen una esperanza para el futuro, que era lo que les faltaba, no sólo por producir, porque el tema de agregar la venta, se les dio capacitación en sistema financiero, en cuánto ganan, si vende, si no venden, los costos, cuánto fertilizante deben poner, fue una alfabetización comercial para que las personas se fortalecieran y ya luego las comunidades se quedaban independientes.
La gente decía: ‘Yo aquí me voy a quedar porque tengo ingreso, mis hijos van a la escuela, tenemos un centro de salud y tenemos todo’, ese es ahora el pensamiento en la región”, añadió.
En Guatemala, los pueblos originarios han vivido periodos de marginación y represión desde que las empresas trasnacionales se interesaron por los territorios agrícolas del país centroamericano.
Aunado a ello, la guerra civil (1960-1996), trajo consigo una ola de represión contra varios sectores de la sociedad, incluidos también los pueblos indígenas y, más todavía, contra las mujeres, que han demandado en varias ocasiones al Estado guatemalteco por represión, violaciones e incluso desnutrición.