En mayo de 2024, la Tierra experimentó una tormenta geomagnética de una intensidad sin precedentes en dos décadas, la cual no solo dejó impresionantes auroras, sino que también alteró sistemas GPS. Lo más sorprendente de este fenómeno fue el descubrimiento de dos nuevos cinturones de radiación, revelado por el satélite CIRBE (Colorado Inner Radiation Belt Experiment), un pequeño CubeSat de la NASA. Este satélite, que había estado inactivo durante la tormenta, resurgió de forma misteriosa y comenzó a enviar datos que dejaron atónitos a los científicos.
Lo más fascinante del descubrimiento es la composición única de uno de los cinturones temporales más internos, que albergaba una cantidad significativa de protones, un hallazgo sin precedentes para estos fenómenos, que comúnmente contienen principalmente electrones. Estos nuevos cinturones se formaron entre los ya conocidos cinturones de Van Allen, estructuras que protegen la Tierra de los efectos del viento solar y los rayos cósmicos.
Este descubrimiento no es solo un avance para la ciencia, sino también un punto crucial para la seguridad de futuras misiones espaciales. Los cinturones de radiación representan un riesgo para los satélites y astronautas que los atraviesan, por lo que entender su formación y comportamiento es esencial. Además, la persistencia de estos nuevos cinturones pone en evidencia cómo una tormenta solar intensa puede alterar de forma impredecible el entorno magnético de la Tierra y afectar las comunicaciones y sistemas satelitales.