El plomo, un metal pesado altamente tóxico, es uno de los contaminantes más peligrosos que afectan la salud humana. En México, su presencia en el medio ambiente es generalizada, y sus efectos son especialmente graves en los niños, quienes son más vulnerables a sus consecuencias. Fernando Díaz Barriga, investigador de la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí (UASLP), ha dedicado años a estudiar el impacto del plomo y a alertar sobre los riesgos que representa para la población.
“El plomo es extraordinariamente tóxico, y lo peor es que no existe una dosis segura de exposición”, afirma Díaz Barriga. Este metal afecta al organismo de manera irreversible, dañando principalmente el cerebro. La exposición al plomo, incluso en pequeñas cantidades, puede tener consecuencias graves, especialmente en los niños.
Efectos en la salud, especialmente en niños
El plomo disminuye el coeficiente intelectual de los niños, afectando su desarrollo cognitivo desde el vientre materno. Las madres expuestas al plomo durante el embarazo pueden transmitir este contaminante a sus bebés, quienes nacen con menos capacidad intelectual. Además, la exposición durante los primeros años de vida, cuando el cerebro está en pleno desarrollo, puede causar daños permanentes.
“El plomo no solo afecta el coeficiente intelectual, sino que también puede generar problemas de comportamiento y aprendizaje”, explica el investigador. Por ello, la lucha contra este contaminante se convierte en una prioridad, no solo en San Luis Potosí, una de las entidades más afectadas, sino en todo el país.
Fuentes de exposición al plomo en México
En México, las fuentes de exposición al plomo son diversas y están ampliamente distribuidas. La principal proviene del uso del barro vidriado, un tipo de cerámica utilizada en utensilios tradicionales como ollas y cazuelas. El brillo característico de estos utensilios se debe al plomo utilizado en su fabricación, que se libera al calentarse y contamina los alimentos.
“El barro vidriado está presente en todos los hogares mexicanos. Muchas personas cocinan en estos recipientes sin saber que están exponiéndose al plomo, lo que representa una amenaza para la salud”, advierte Díaz Barriga.
Otra fuente importante de contaminación son las pinturas con plomo, comunes en casas antiguas, especialmente en zonas rurales. Con el tiempo, estas pinturas se desgastan, liberando plomo al aire y al suelo. Además, juguetes y artículos para niños, como lápices y pinturas, también pueden contener este metal, aumentando el riesgo de exposición.
Los vertederos ilegales, donde se quema cable para extraer cobre, son una fuente emergente de contaminación. Este proceso libera plomo, contaminando el aire y el suelo en los alrededores. Aunque esta actividad es ilegal, ha ido en aumento en diversas zonas del país.
Las actividades industriales, en particular la minería y la metalurgia, también son responsables de grandes emisiones de plomo. En San Luis Potosí, un estado con una fuerte actividad minera, esta fuente de contaminación es aún más grave.
Alternativas y soluciones
A pesar de los desafíos, Díaz Barriga es optimista sobre la posibilidad de reducir la exposición al plomo. “Sí se puede quitar el plomo de las cosas. Un ejemplo claro es la gasolina. Hasta finales del siglo XX, las gasolinas de todo el mundo contenían plomo, pero después de una serie de estudios que demostraron sus efectos dañinos, se prohibió su uso”, señala.
Existen sustitutos para los utensilios de barro vidriado y las pinturas con plomo, y varias alternativas más seguras han sido probadas y publicadas por expertos. Aunque aún queda mucho por hacer, las investigaciones han demostrado que es posible reemplazar los productos que contienen plomo por opciones más seguras, reduciendo así los riesgos de exposición.
La lucha contra el plomo es una tarea urgente que requiere la participación de autoridades, industrias y la sociedad en general. Solo con un esfuerzo conjunto se podrá proteger la salud de las generaciones presentes y futuras.