La prohibición de comida chatarra en las escuelas mexicanas enfrentará un obstáculo clave: la falta de acceso a agua potable en miles de planteles educativos. De acuerdo con el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), una de cada cinco escuelas de educación básica no cuenta con este servicio, lo que también complica la instalación de bebederos escolares y la promoción de hábitos saludables.
El Estudio Diagnóstico del Derecho a la Educación 2024, publicado en octubre pasado, reveló que la carencia de agua potable es más grave en escuelas indígenas y comunitarias, donde también hay una deficiente infraestructura de saneamiento. Esta situación choca con la nueva estrategia de la Secretaría de Educación Pública (SEP), que entrará en vigor el 29 de marzo de 2025 y prohíbe la venta de productos con sellos de advertencia en todos los niveles educativos.
La administración de Claudia Sheinbaum ha enfatizado la importancia de cambiar los hábitos alimenticios en las escuelas. Sin embargo, la falta de agua potable complica la viabilidad de la medida, pues sin bebederos funcionales ni acceso adecuado al recurso, los estudiantes podrían recurrir nuevamente a bebidas azucaradas. Aunque desde 2015 se estableció un plan para instalar bebederos en escuelas, su implementación ha sido insuficiente y actualmente no hay datos precisos sobre cuántos funcionan correctamente.
El reto es mayúsculo: garantizar la hidratación segura de los estudiantes mientras se eliminan opciones poco saludables. Sin acceso a agua potable, la efectividad de la estrategia queda en entredicho y deja en evidencia la necesidad de fortalecer la infraestructura básica de las escuelas antes de imponer nuevas restricciones.