Sofia Gubaidulina, una de las compositoras más influyentes del siglo XX y principios del XXI, falleció ayer en su casa en Appen, Alemania, a los 93 años. Nacida en la comunidad tártara de Chistopol el 24 de octubre de 1931, Gubaidulina fue, junto con Arvo Pärt y Alfred Schnittke, una de las figuras más destacadas de la composición rusa. Los tres fueron alumnos del legendario Dmitri Shostakóvich, quien, con ironía y admiración, le dijo a Gubaidulina: "Siga usted por el camino incorrecto", refiriéndose a su audaz estilo politonal que rompía con las convenciones musicales de la época.
Gubaidulina se exilió en Alemania hace 33 años, escapando de la opresión estalinista que también afectó a sus colegas Pärt y Schnittke. Su música, descrita como dura, sólida y angelical, se caracteriza por su profunda espiritualidad y su búsqueda de lo trascendente. "El arte de la música amplía las fronteras del conocimiento porque permite aproximarse a lo más elevado de nuestro ser", afirmaba la compositora.
En sus obras, Gubaidulina exploraba el sonido como algo sagrado, una devoción que la llevó a crear piezas que combinaban canto de ángeles, sonidos de campanas y silencios profundos. Su sinfonía Stimmen, Verstommen (Voces, silencio) es un ejemplo de cómo el silencio puede convertirse en el clímax de una obra, tal como lo demostró en su colaboración con el director Gennadi Rozhdestvensky, quien dirigió la pieza con gestos geométricos que evocaban una danza ancestral.
La compositora se inspiró en los Cuatro cuartetos de T.S. Eliot, aplicando en sus partituras la idea de "cuatro variaciones en el tiempo y cuatro variaciones en el no tiempo". Para Gubaidulina, la música era un medio para alcanzar la transfiguración del espíritu, uniendo lo terrenal y lo divino. "Es cuando la llama y la rosa son lo mismo", explicaba, refiriéndose a la purificación y resurrección del alma a través del arte.
A lo largo de su carrera, Gubaidulina recibió numerosos premios internacionales y fue objeto de exposiciones, homenajes y documentales. Su música, aunque compleja y desafiante, ha sido celebrada por su capacidad de conmover y elevar al oyente a estados de éxtasis y reflexión profunda.
Con su partida, Sofia Gubaidulina deja un legado que trasciende lo musical para adentrarse en lo espiritual y lo universal. Como ella misma decía: "No hay ocupación más importante que la recomposición de la integridad espiritual a través de la música". A partir de este jueves, la compositora tártara es, para siempre, la llama y la rosa, unidas en una sola flama que ilumina el cosmos a través de su arte.