A lo largo de los últimos años, el teatro ha tenido que adaptarse a un mundo donde las nuevas tecnologías ofrecen opciones de entretenimiento digital a la carta. En este 2025, el principal desafío para los productores y creadores de teatro sigue siendo el mismo: atraer a la audiencia a las butacas. Con la competencia de plataformas como Netflix, Disney+ y otras aplicaciones de entretenimiento, la pregunta sobre si el teatro debe pelear con la tecnología o aliarse a ella se vuelve cada vez más pertinente.
Antonio Banderas, actor y director del musical Gypsy en España, lo tiene claro: el teatro, más allá de las herramientas tecnológicas, es un refugio para la verdad. Según el actor, el simple hecho de poner una silla en el escenario transforma lo cotidiano en algo profundamente humano, donde la reflexión sobre la soledad y la vida se vuelve más significativa. Este concepto de teatro como un espacio para la verdad, un refugio frente a la incertidumbre del mundo digital, sigue siendo una de sus grandes fortalezas.
Sin embargo, el reto de mantener a los espectadores comprometidos persiste. Morris Gilbert, productor de El Rey León en México, advierte que el mayor obstáculo sigue siendo el público. "El teatro sin público no existe", recalca. En una ciudad donde las distancias y la congestión dificultan el acceso a los recintos teatrales, Gilbert resalta la importancia de que el público esté dispuesto a salir de sus hogares y enfrentarse a la incomodidad de moverse por la ciudad para vivir la experiencia en vivo.
Por otro lado, la tecnología aplicada al teatro ha abierto nuevas posibilidades. Alejandro Gou, productor de Spamalot y otros musicales, está convencido de que la modernidad debe ser parte del espectáculo, sin que ésta opaque la esencia del teatro. Las innovaciones como videomapping y pantallas LED en producciones de ópera y musicales son un ejemplo de cómo la tecnología puede complementar, no reemplazar, a los actores en el escenario.
Sin embargo, hay un peligro en el exceso de efectos visuales y proyecciones, que según Morris Gilbert, pueden hacer que el verdadero teatro se diluya. La clave está en encontrar un balance: la tecnología debe estar al servicio del teatro, no al revés.
Juan Torres, productor de La Tiendita de los Horrores, lamenta que la afluencia al teatro en México sea cada vez menor, a pesar de la rica tradición teatral del país. La falta de asistencia de público a obras locales contrasta con el éxito de grandes espectáculos internacionales. Torres ve al teatro como un lujo que ofrece una experiencia única, una oportunidad para desconectarse de la realidad digital y acercarse a lo humano.
Finalmente, los productores coinciden en la necesidad de fortalecer la industria del teatro como comunidad. Carlos Martínez Vidaurri, productor de Waitress en México, destaca que la clave está en crear una industria colaborativa que impulse la asistencia y fomente la cultura teatral. La competencia no solo proviene de las plataformas de streaming, sino también de la creciente oferta de entretenimiento digital que ha democratizado el acceso a las experiencias virtuales.
A pesar de los retos, el teatro continúa siendo una de las pocas formas de entretenimiento en vivo que no puede ser replicada por la tecnología. Omar Carrasco, productor de La Chica del Bikini Azul, subraya que el teatro es una experiencia premium que satisface el deseo de interacción social y cercanía humana, algo que la inteligencia artificial no puede replicar. En este sentido, el futuro del teatro podría depender de su capacidad para integrar la tecnología sin perder su esencia, ofreciendo una experiencia que sea al mismo tiempo única y accesible.