Por Redacción Contra Réplica

Equiparar la tragedia mexicana con el genocidio en Gaza es una manipulación infame

Comparaciones simplistas entre los desaparecidos en México y las muertes en Gaza buscan desinformar y justificar crímenes de guerra.

Una nueva línea discursiva ha emergido en el debate sobre la masacre en Gaza: utilizar las desapariciones en México para deslegitimar las críticas hacia el régimen israelí. En redes y espacios públicos circula la frase “la cantidad de desaparecidos en México triplica la estadística de muerte en Gaza”, como si esa comparación justificara o relativizara los ataques sistemáticos contra la población palestina. Esta postura, además de falaz, resulta peligrosa, pues intenta desmovilizar a quienes desde México condenan la violencia del Estado israelí y, al mismo tiempo, trivializa una crisis humanitaria que Naciones Unidas ya ha calificado como catastrófica.

El fenómeno de las desapariciones en México es doloroso y real, y tiene raíces profundas en décadas de represión política, impunidad e infiltración del crimen organizado en las instituciones de seguridad. En los últimos años, los gobiernos de Andrés Manuel López Obrador y, ahora, de Claudia Sheinbaum, han intentado enfrentar esta tragedia con enfoques distintos: uno desde la búsqueda directa y el otro desde la construcción de un padrón científico para dimensionar el problema. Pese a los avances, los resultados siguen siendo insatisfactorios. Aun así, reducir este complejo fenómeno a una herramienta de comparación con un genocidio en curso es no sólo un error, sino un acto de mala fe.

Israel ha matado al menos a 60 mil personas en Gaza, de una población de apenas dos millones, lo que representa el 3% de sus habitantes. Esa cifra, trasladada proporcionalmente a México, equivaldría a cerca de 3.9 millones de muertes. Además, más del 60% de la infraestructura de Gaza ha sido destruida, la mitad de sus hospitales está inoperante, más de 100 mil personas están desaparecidas y 118 millones —si se usara una escala mexicana— vivirían desplazadas y con urgencia de asistencia humanitaria. Estas cifras revelan una operación de exterminio que no tiene paralelo con una crisis de seguridad pública como la mexicana.

Comparar dos tragedias tan distintas con base en cifras brutas y sin contexto no sólo es incorrecto, sino una falta de respeto hacia todas las víctimas. Cada vida humana importa por igual, pero la naturaleza del crimen importa también. El genocidio en Gaza responde a una lógica de exterminio étnico y militar; la desaparición forzada en México, aunque igualmente reprobable, es un fenómeno disperso, complejo y sin intención sistemática de aniquilar a un grupo humano. Usar una tragedia para justificar otra es un acto de cinismo que no debe pasar desapercibido.