La NFL ha endurecido su batalla contra las conmociones cerebrales. Esta semana, la liga y la Asociación de Jugadores (NFLPA) publicaron su evaluación anual de cascos, prohibiendo siete modelos y marcando otros tres como "no recomendados", en la lista más drástica desde 2020. La medida refleja una política sin medias tintas: si un casco no supera las pruebas de laboratorio, queda fuera, aunque sea popular entre los jugadores.

El cambio es radical. Hace una década, los jugadores elegían sus cascos por comodidad o tradición, pero las más de 1,000 demandas por daños neurológicos obligaron a la NFL a convertir la seguridad en una ciencia. Desde 2015, 38 modelos han sido desterrados, y los resultados son claros: las conmociones bajaron de 281 en 2017 a un promedio de 190 anuales, gracias a cascos rediseñados, reglas de tacleo ajustadas y el uso de Guardian Caps (cubiertas que reducen impactos en 10%).

En 2024, con estos protectores obligatorios en posiciones de alto riesgo, las conmociones cayeron un 17%. Ahora, la NFL avanza con una estrategia simple: la estadística no negociable. La seguridad, hoy, es el único casco que todos deben llevar.