La tradicional visita a los siete templos del Jueves Santo se vivió este año en Venezuela en un ambiente de júbilo y esperanza, impulsado por la inminente canonización de los primeros santos nacidos en el país: el doctor José Gregorio Hernández y la Madre Carmen Rendiles.
Desde tempranas horas de la mañana, miles de fieles salieron a las calles de Caracas para realizar el recorrido religioso. Muchos llevaban túnicas púrpuras y cruces, símbolo de penitencia y devoción. “Este año tengo la alegría de saber que tenemos nuestros primeros santos”, expresó Ana María Jiménez, de 35 años, quien caminó bajo un intenso sol junto a sus hijos.
La emoción de los feligreses se multiplicó tras el anuncio del papa Francisco, quien recientemente autorizó la canonización de ambos beatos. Aunque la fecha aún no ha sido fijada, la noticia ya marca esta Semana Santa como una de especial significado para la comunidad católica venezolana.
La Madre Carmen Rendiles, fundadora de la Congregación de las Siervas de Jesús, fue reconocida por un segundo milagro atribuido a su intercesión: la curación de una joven con hidrocefalia. Por su parte, José Gregorio Hernández, conocido como el “médico de los pobres”, es una figura ampliamente venerada dentro y fuera del país por su vida de servicio, ciencia y fe.
“Es una Semana Santa especial, nuestros santos nos acompañan, nos animan en momentos difíciles en los que sufrimos muchas necesidades”, dijo Daniel Trías, comerciante de 41 años, quien cargaba una estatuilla del médico venezolano.
Hernández, fallecido en 1919 tras ser atropellado cuando llevaba medicamentos a una anciana, fue declarado venerable en 1986. Su proceso de canonización ha sido largo, pero el fervor popular nunca decayó. Su figura ha trascendido fronteras y hoy es venerado en varios países gracias a la diáspora venezolana.
Con esta canonización, Venezuela se suma al reducido grupo de naciones latinoamericanas con santos propios. Entre los más de 10.000 santos reconocidos por la Iglesia católica, menos de un centenar son laicos como Hernández.
La canonización de estos dos venezolanos no solo representa un hito espiritual, sino también un símbolo de unidad y fe para un país que, en medio de las dificultades, encuentra consuelo en su profunda tradición religiosa.