Por Cindy Palencia

La monja que rompió el protocolo para honrar a su amigo, el Papa Francisco

Sor Geneviève Jeanningros, religiosa cercana al pontífice, oró en silencio junto al féretro sin que nadie se atreviera a interrumpirla

Durante el solemne adiós al papa Francisco en el Vaticano, una figura rompió con la rigidez del protocolo. Entre cardenales y altos jerarcas de la Iglesia, una monja con mochila al hombro se colocó discretamente junto al féretro para llorar y rezar. Era sor Geneviève Jeanningros, de 81 años, una religiosa de las Hermanitas de Jesús, y amiga cercana del pontífice fallecido a los 88 años.

A lo largo de su vida, esta “enfant terrible” —como él solía llamarla con cariño— dedicó más de cinco décadas a trabajar con mujeres transexuales, feriantes y personas marginadas en Ostia, un suburbio de Roma. Su relación con Francisco no era casual: compartían la preocupación por los más olvidados, aquellos a los que la Iglesia muchas veces mira de lejos. Su presencia en la ceremonia no estaba contemplada, pero nadie osó detener su homenaje íntimo y sincero.

Sor Geneviève llevó a muchas personas trans a las audiencias generales de los miércoles para que conocieran al papa. En una ocasión, una de ellas fue asesinada poco después de haber recibido la bendición del pontífice. Él rezó por ella cuando le llevaron la fotografía del encuentro. Durante la pandemia, la religiosa también intercedió para que llegara ayuda a quienes ya no podían trabajar en las ferias.

Uno de sus logros más insólitos fue conseguir, en julio de 2024, que el papa visitara un parque de atracciones en Ostia, donde saludó a los feriantes en su entorno natural. Su relación con Francisco estuvo marcada por la acción directa, la ternura y una clara opción por los excluidos. Su despedida, espontánea y fuera de las reglas, quizá fue también la más fiel al espíritu del papa argentino.