Por Redacción Contra Réplica

Las librerías de viejo resisten en la CDMX entre rentas altas, plataformas digitales y lectores nostálgicos

A pesar de la crisis provocada por la pandemia y los retos del mundo digital, los libreros tradicionales encuentran nuevas formas de sobrevivir y preservar su oficio en el Día Mundial del Libro.

En el marco del Día Mundial del Libro, las librerías de viejo en la Ciudad de México se mantienen como guardianas de la memoria impresa, a pesar de las dificultades que enfrentan en la actualidad. Con décadas de historia en calles emblemáticas como Donceles, estos negocios han tenido que adaptarse a los cambios tecnológicos, la gentrificación, el incremento en los costos operativos y la disminución de lectores presenciales.

Judith Medina, de la librería JMA Libros, explica que la pandemia aceleró una transformación inevitable. “Los clientes ya no vienen como antes. Ahora la venta es por plataformas digitales, aunque eso implica comisiones altas y retos logísticos”, comenta. Al igual que ella, otros libreros de linaje, como los López Casillas, reconocen que el libro físico ha perdido terreno frente a los formatos digitales, especialmente entre los lectores más jóvenes.

Sin embargo, estas librerías no solo venden libros: también representan espacios culturales y de encuentro. Así lo demuestra el bazar de libros San Fernando, nacido de la venta ambulante en redes sociales, que hoy es un colectivo autónomo con más de cien libreros. “Este lugar es mucho más que un mercado, es un espacio cultural y de apoyo comunitario”, afirma Héctor E. Pereyra, fundador de la librería Pollux.

Con más de 440 librerías registradas oficialmente, la Ciudad de México concentra una oferta amplia, aunque no existe un censo exacto de cuántas se dedican al libro de viejo. A pesar del abandono institucional, el gremio ha recibido reconocimiento por parte de algunas instituciones académicas. Figuras como Concepción Company y Mijail Lamas destacan la importancia del librero como mediador cultural. “Un buen librero no solo vende libros, ofrece conocimiento y vínculos”, afirma Lamas.

Aunque el negocio enfrenta desafíos, la pasión por los libros y la resistencia de los libreros siguen vivas. En un mundo cada vez más digital, estas librerías continúan ofreciendo algo que ninguna pantalla puede replicar: la experiencia de descubrir un libro entre estantes polvorientos, de manos de alguien que conoce su historia.