Por Redacción Contra Réplica

Las heridas de Cristo: entre el símbolo de la fe y el misterio de los estigmas

Las llagas de Jesús, evocadas por la devoción y el arte, resurgen como fenómeno místico en cuerpos marcados por la fe.

Las llagas de Cristo, recibidas durante su pasión y crucifixión, han sido fuente de reflexión espiritual, oración y arte durante siglos. Estas heridas —en manos, pies, costado, cabeza y espalda— representan para el cristianismo el sacrificio redentor de Jesús. Pero cuando reaparecen en personas vivas como marcas físicas sin explicación médica, se transforman en un fenómeno que interpela tanto a la fe como a la ciencia: los estigmas.

Documentados desde el siglo XIII con San Francisco de Asís como el primer caso registrado, los estigmas siguen manifestándose hasta hoy en personas que experimentan estados de oración profunda o éxtasis religioso. Aparecen en las mismas zonas donde Cristo fue herido, aunque su origen permanece como un enigma. Algunos los consideran milagros; otros, resultado de sugestión o estados psíquicos intensos. La Iglesia católica solo reconoce oficialmente unos pocos casos, tras rigurosas investigaciones.

Aunque la Biblia no especifica con exactitud cuántas fueron las heridas de Jesús, diversos estudios y textos devocionales mencionan desde cinco hasta más de 250, tomando en cuenta la flagelación, la corona de espinas y los múltiples golpes antes y durante la crucifixión. Un análisis citado en el documento Las heridas que curan, de Delfam, estima que solo el castigo con flagelos pudo causar entre 40 y 120 heridas por sí solo.

La devoción a las llagas de Cristo también se expresa en oraciones como: “Padre Eterno, te ofrezco las santas llagas de Nuestro Señor Jesucristo, para sanar las heridas de nuestras almas”. Esta plegaria, usada en Cuaresma y en la Hora Santa, busca consuelo espiritual y unión con el sufrimiento redentor.

Las heridas de Jesús, más allá del relato evangélico, siguen marcando la historia de la fe: en el cuerpo, en la plegaria, y en los estigmas que, para muchos creyentes, siguen siendo milagros vivientes.