Por Redacción Contra Réplica

La caída de Saigón: el fin de una guerra y la victoria de un pueblo

El 30 de abril de 1975 marcó la rendición del régimen de Vietnam del Sur y la reunificación del país tras décadas de lucha anticolonial y resistencia popular.

El mediodía del 30 de abril de 1975 quedó grabado en la historia como el instante en que el último gobierno apoyado por Estados Unidos en Vietnam del Sur colapsó. Duong Van Minh, presidente títere, se rindió sin condiciones ante los oficiales del Vietcong que entraron al Palacio Presidencial de Saigón a bordo de un tanque. El jefe de la comitiva norvietnamita, coronel Bui Van Tung, zanjó cualquier formalismo: “Usted no tiene nada que transferir. Puede rendirse incondicionalmente”.

Minutos después, Radio Saigón confirmó la capitulación. La ciudad cayó en un caos controlado, mientras las tropas norvietnamitas tomaban instalaciones estratégicas, como plantas eléctricas, hospitales y puertos. Así concluyó un proceso iniciado décadas atrás con la derrota de Francia en la batalla de Dien Bien Phu (1954), que dividió a Vietnam, y que con la retirada de Estados Unidos permitió la reunificación del país.

Estados Unidos, tras los Acuerdos de Paz de París en 1973, emprendió una apresurada evacuación de su personal diplomático, abandonando a miles de colaboradores locales. Desesperados, muchos civiles y militares intentaron huir en helicópteros que aterrizaban en los portaviones de la Séptima Flota; para hacer espacio en cubierta, los marines tuvieron que arrojar varios aparatos al mar.

Durante el conflicto, Washington lanzó más de siete millones de toneladas de bombas sobre Vietnam, Laos y Camboya, utilizando también agentes químicos como el devastador agente naranja. El saldo humano fue atroz: tres millones de vietnamitas muertos, incluidos medio millón de niños. A pesar de esta brutal ofensiva, Vietnam resistió y venció, tal como lo había hecho antes frente a Francia y Japón. El legado de Ho Chi Minh, líder de la resistencia, quedó inscrito como símbolo de independencia y dignidad.

Hoy, a medio siglo de aquel desenlace, el ejemplo vietnamita continúa resonando como un acto de soberanía frente al imperialismo. La historia —como advertía José Martí en su relato sobre los pueblos anamitas— terminó dando la razón a quienes lucharon y murieron por su tierra.