El Vaticano volvió a guardar silencio este 7 de mayo tras una nueva jornada sin acuerdo. De la chimenea de la Capilla Sixtina volvió a salir humo negro, el símbolo más conocido —y a la vez más críptico— del cónclave que aún no logra consensuar quién llevará el anillo del pescador tras la muerte del papa Francisco el pasado 21 de abril.
En la Plaza de San Pedro, la multitud reunida contuvo la respiración. Algunos aplaudieron, otros bajaron la mirada. La expectación y la incertidumbre crecen entre fieles y observadores, mientras los 133 cardenales electores mantienen un encierro que, hasta ahora, no ha arrojado la esperada “fumata bianca”.
El proceso, regido por una tradición ancestral y un riguroso protocolo, ha llegado ya a su cuarta votación, sin señales claras de unidad. Las divisiones internas en el Colegio Cardenalicio, marcadas por posturas progresistas y conservadoras, parecen ralentizar un proceso que, en elecciones anteriores, tomó apenas dos días.
El ambiente se torna tenso. Si bien el pontificado de Jorge Mario Bergoglio dejó una impronta reformista que sigue viva en muchos de sus electores, no todos comparten la visión de una Iglesia más abierta al debate y al cambio. La necesidad de un líder capaz de tender puentes entre posturas antagónicas pesa sobre cada papeleta depositada en la urna.
Aunque el Vaticano mantiene total hermetismo sobre lo que ocurre dentro de la Capilla Sixtina, se sabe que los cardenales continuarán con dos rondas de votación por la tarde. La historia se escribe a fuego lento y el mundo católico, mientras tanto, espera con el corazón en vilo.