Meta, la empresa matriz de Facebook, Instagram, WhatsApp y Threads, ha comenzado a jugar un papel directo en la arquitectura bélica de Estados Unidos. Según reveló esta semana la revista Forbes, la tecnológica liderada por Mark Zuckerberg ha iniciado una ofensiva para consolidarse dentro del complejo industrial-digital-militar estadounidense, contratando a exfuncionarios del Pentágono y asesores de seguridad nacional, como Francis Brennan, excolaborador de Donald Trump.
Esta estrategia coincide con la apertura de su modelo de inteligencia artificial de código abierto, LLaMA, al uso por parte de agencias de inteligencia y contratistas militares como Lockheed Martin, Booz Allen, Leidos o Palantir. Meta ha justificado la medida como una contribución a la “seguridad democrática global”, una narrativa alineada con la creciente rivalidad tecnológica entre Estados Unidos y China.
Aunque para algunos esta noticia pueda parecer disruptiva, analistas como James Bridle o Evgueni Morozov llevan años advirtiendo sobre la progresiva fusión entre el sector tecnológico y el aparato militar. En New Dark Age (2018), Bridle sostiene que “la red fue construida para la guerra, y nunca ha dejado de estar al servicio de ella”. Lo novedoso es que hoy las grandes tecnológicas ya no ocultan su relación con el Estado, especialmente con el Departamento de Defensa de EE.UU., principal financiador de la innovación en inteligencia artificial.
Esta reconfiguración ocurre en un momento de auge sin precedentes en el gasto federal en IA. Según un informe de marzo de 2024 del Brookings Institution, el valor de los contratos federales en esta área creció un 1,200 % en apenas un año, con el Departamento de Defensa concentrando el 95 % de los acuerdos.
Programas como JEDI, enfocados en la gestión de la nube militar, y la creciente colaboración entre plataformas como Facebook, Google o Twitter con agencias de inteligencia para “detectar amenazas”, muestran cómo las herramientas desarrolladas en la esfera civil son ahora reapropiadas para fines militares. A esto se suma la reciente revelación de que Microsoft vendió servicios avanzados de IA al ejército israelí para su ofensiva en Gaza.
Lejos de ser una excepción, la integración de Meta en esta dinámica representa el auge de un modelo de tecnoautoritarismo, como lo llama Morozov, donde las fronteras entre lo civil y lo militar, entre lo público y lo corporativo, se diluyen. Con su dominio en redes sociales, tecnologías inmersivas y modelos de lenguaje, Meta se convierte en un engranaje crucial en la nueva guerra digital.
Como en una versión contemporánea de la canción infantil, “Mambrú se fue a la guerra”, Zuckerberg y sus aliados digitales ya no se ocultan: están en el frente de batalla.